Los hermanos Karamazov

Título original:

The Brothers Karamazov

Contenido del libro:

Alexey Fiodorovitch Karamazov era el tercer hijo de Fiodor Pavlovitch Karamazov, un terrateniente muy conocido en nuestra comarca en su época, y todavía recordado entre nosotros debido a su lúgubre y trágica muerte, acaecida hace trece años, y que describiré en su debido lugar. Por el momento sólo diré que este "terrateniente" (así solíamos llamarle, aunque apenas pasó un día de su vida en su propia finca) era un tipo extraño, aunque bastante frecuente, un tipo abyecto y vicioso y al mismo tiempo insensato. Pero era una de esas personas insensatas que son muy capaces de ocuparse de sus asuntos mundanos y, aparentemente, de nada más. Fiodor Pavlovitch, por ejemplo, empezó con casi nada; su patrimonio era de lo más insignificante; corría a cenar a las mesas de otros hombres, y se aferraba a ellas como un adulador; sin embargo, a su muerte parecía que tenía cien mil rublos en metálico. Al mismo tiempo, durante toda su vida fue uno de los tipos más insensatos y fantasiosos de todo el distrito. Repito, no era estupidez -la mayoría de estos tipos fantásticos son lo bastante astutos e inteligentes-, sino simplemente insensatez, y una peculiar forma nacional de la misma. Se casó dos veces y tuvo tres hijos, el mayor, Dimitri, de su primera esposa, y dos, Ivan y Alexey, de la segunda.

La primera esposa de Fiódor Pavlovitch, Adelaida Ivanovna, pertenecía a una familia noble bastante rica y distinguida, también terratenientes en nuestro distrito, los Miusov. No trataré de explicar cómo fue posible que una heredera, que también era una belleza y, además, una de esas muchachas vigorosas e inteligentes, tan comunes en esta generación, pero que a veces también se encuentran en la anterior, se casara con un enclenque tan despreciable, como todos le llamábamos. Conocí a una joven de la última generación "romántica" que después de algunos años de una enigmática pasión por un caballero, con el que fácilmente podría haberse casado en cualquier momento, inventó obstáculos insuperables para su unión, y terminó arrojándose una noche de tormenta a un río bastante profundo y rápido desde una orilla alta, casi un precipicio, y así pereció, enteramente para satisfacer su propio capricho, y ser como la Ofelia de Shakespeare. De hecho, si este precipicio, uno de sus lugares elegidos y favoritos, hubiera sido menos pintoresco, si en su lugar hubiera habido una prosaica orilla plana, lo más probable es que el suicidio nunca hubiera tenido lugar. Esto es un hecho, y probablemente ha habido no pocos casos similares en las últimas dos o tres generaciones. La acción de Adelaida Ivanovna Miusov fue igualmente, sin duda, un eco de ideas ajenas, y se debió a la irritación causada por la falta de libertad mental.

Quería, tal vez, mostrar su independencia femenina, pasar por encima de las diferencias de clase y del despotismo de su familia. Y una imaginación dúctil la persuadió, debemos suponer que por un breve momento, de que Fiodor Pavlovitch, a pesar de su posición parasitaria, era uno de los espíritus audaces e irónicos de aquella época progresista, aunque en realidad era un bufón malhumorado y nada más. Lo que dio picante a la boda fue que fue precedida por una fuga, y esto cautivó enormemente la fantasía de Adelaida Ivanovna. La posición de Fiodor Pavlovitch en aquel momento le hacía especialmente deseoso de cualquier empresa de este tipo, ya que estaba apasionadamente ansioso por hacer carrera de una manera u otra. Unirse a una buena familia y obtener una dote era una perspectiva seductora. En cuanto al amor mutuo, aparentemente no existía, ni en la novia ni en él, a pesar de la belleza de Adelaida Ivanovna. Este fue, tal vez, un caso único en la vida de Fiodor Pavlovitch, que siempre tuvo un temperamento voluptuoso y estaba dispuesto a correr detrás de cualquier enagua al menor estímulo. Ella parece haber sido la única mujer que no apeló especialmente a sus sentidos.