Puntuación:
Las reseñas de «El deseo y su interpretación: El seminario de Jacques Lacan» reflejan una mezcla de admiración por la profundidad y las ideas presentadas, junto con retos relacionados con la comprensión y la calidad física. Los lectores aprecian las discusiones artísticas y psicoanalíticas, pero destacan la naturaleza intrincada y exigente del texto, que puede abrumar a los lectores ocasionales. Algunos críticos señalan problemas con el estado físico del libro que recibieron.
Ventajas:⬤ Exploración en profundidad del psicoanálisis y el deseo
⬤ bien editado con traducciones claras
⬤ valiosa comprensión de las enseñanzas de Lacan
⬤ atractivo para los lectores interesados en la intersección del psicoanálisis y la literatura
⬤ diagramas significativos que ayudan a la comprensión
⬤ reflexivos debates sobre el psicoanálisis, incluidas las perspectivas femeninas.
⬤ Material extremadamente denso y complejo que puede resultar abrumador para lectores ocasionales
⬤ requiere un compromiso de tiempo significativo para comprenderlo por completo
⬤ algunos lectores tuvieron dificultades para seguir el ritmo y terminar el libro
⬤ problemas de calidad física, como páginas que se caían.
(basado en 7 opiniones de lectores)
Desire and Its Interpretation: The Seminar of Jacques Lacan
¿Qué nos muestra Lacan? Nos muestra que el deseo no es una función biológica; que no está correlacionado con un objeto natural; y que su objeto es fantaseado. Por eso, el deseo es extravagante. No puede ser captado por quienes intentan dominarlo. Les juega malas pasadas. Sin embargo, si no se reconoce, produce síntomas. En psicoanálisis, el objetivo es interpretar -es decir, leer- el mensaje sobre el deseo que alberga el síntoma.
Aunque el deseo nos perturba, también nos inspira para inventar artificios que nos sirvan de brújula. Una especie animal tiene una única brújula natural. El ser humano, en cambio, tiene múltiples brújulas: montajes significantes y discursos. Le dicen lo que tiene que hacer: cómo pensar, cómo disfrutar y cómo reproducirse. Sin embargo, la fantasía de cada persona sigue siendo irreductible a ideales compartidos.
Hasta hace poco, todas nuestras brújulas, por muy variadas que fueran, apuntaban en la misma dirección: hacia el Padre. Considerábamos al patriarca como una invariante antropológica. Su declive se aceleró debido al aumento de la igualdad, el crecimiento del capitalismo y el dominio cada vez mayor de la tecnología. Hemos llegado al final de la Era del Padre.
Otro discurso está ocupando su lugar. Defiende la innovación frente a la tradición; las redes frente a las jerarquías; la atracción del futuro frente al peso del pasado; la feminidad frente a la virilidad. Donde antes había un orden fijo, los flujos de transformación hacen retroceder constantemente todos y cada uno de los límites.
Freud fue un producto de la Edad del Padre. Hizo mucho por salvarla. La Iglesia católica acabó por darse cuenta de ello. Lacan siguió el camino allanado por Freud, pero le llevó a plantear que el padre es un síntoma. Lo demuestra aquí con el ejemplo de Hamlet.
La formalización del complejo de Edipo y la insistencia en el nombre del padre, que es lo que se ha atribuido a la obra de Lacan, no es más que su punto de partida. El Seminario VI ya lo revisa: el complejo de Edipo no es la única solución al deseo, es sólo una forma normalizada del mismo; es, además, una forma patógena; no explica exhaustivamente el curso del deseo. De ahí el elogio de la perversión con el que termina este seminario: Lacan ve aquí la perversión como una rebelión contra las identificaciones que aseguran el mantenimiento de las rutinas sociales.
Este Seminario predijo "la renovación de los conformismos formalmente establecidos e incluso su explosión". Hemos llegado a ese punto. Lacan habla de nosotros.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)