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On the Flesh of Christ
Esto lo escribió nuestro autor para confutar a ciertos herejes que negaban la realidad de la carne de Cristo, o al menos su identidad con la carne humana, temiendo que, si admitían la realidad de la carne de Cristo, debían admitir también su resurrección en la carne y, por consiguiente, la resurrección del cuerpo humano después de la muerte.
Aquellos que están tan ansiosos por sacudir la creencia en la resurrección, que estaba firmemente establecida antes de la aparición de nuestros modernos saduceos, como para negar que la expectativa de la misma tenga relación alguna con la carne, tienen grandes motivos para acosar también a la carne de Cristo con preguntas dudosas, como si no tuviera existencia alguna, o poseyera una naturaleza completamente diferente de la carne humana. Porque no pueden menos de temer que, si una vez se determina que la carne de Cristo era humana, surgiría inmediatamente una presunción en oposición a ellos, de que esa carne debe por todos los medios resucitar, que ya ha resucitado en Cristo.
Por lo tanto, tendremos que proteger nuestra creencia en la resurrección de la misma armería, de donde ellos obtienen sus armas de destrucción. Examinemos la sustancia corporal de nuestro Señor, pues sobre su naturaleza espiritual todos están de acuerdo. Lo que está en duda es su carne.
Su veracidad y calidad son los puntos en disputa. ¿Existió alguna vez? ¿De dónde se derivó? ¿Y de qué tipo era? Si logramos demostrarlo, estableceremos una ley para nuestra propia resurrección.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)