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The Mamluks: The History and Legacy of the Medieval Slave Soldiers Who Established a Dynasty in Egypt
*Incluye imágenes.
*Incluye bibliografía para lecturas complementarias.
El Egipto del siglo XIV era un reino glorioso. Mercaderes de especias de Europa, Asia y África remontaban el río Nilo hasta la gran ciudad portuaria de Alejandría, cargados de riquezas como seda, joyas y especias. El Cairo, la capital de Egipto, era la ciudad más grande del mundo islámico, con una población mayor y más riqueza y esplendor que cualquier ciudad de Europa. El Cairo era el pináculo del esplendor cosmopolita en el mundo medieval y, además de ser un importante centro comercial, era famoso por sus eruditos y su clase intelectual, que ofrecía innumerables oportunidades académicas a los estudiosos de todo el mundo islámico. La cultura de El Cairo era dinámica y famosa por su amplia gama de debates intelectuales sobre ciencias islámicas y otros campos académicos, todo lo cual superaba con creces a cualquier ciudad contemporánea de la época. En El Cairo estaban representados eruditos de las principales escuelas de pensamiento de todo el mundo islámico. En las plazas públicas se impartían animadas conferencias y las madrasas solían estar abarrotadas de mecenas ansiosos por escuchar las lecturas de afamados eruditos. El Cairo era una ciudad repleta de arte, comercio y conocimiento.
Sin embargo, había otro factor que hacía infame a El Cairo. La ciudad representaba el último bastión del mundo musulmán: un gran califato islámico, con centro en Irak, se había extendido en otro tiempo desde los confines de Asia Central hasta España, pero las invasiones de enemigos exteriores habían arrasado en su mayor parte este otrora poderoso imperio. Los ejércitos mongoles, procedentes de las praderas asiáticas, saquearon Bagdad en 1258, destruyendo el califato y sumiendo al mundo islámico en un profundo peligro. Además, los cruzados europeos habían lanzado múltiples invasiones en Palestina y el Levante, amenazando la existencia misma del mundo musulmán.
Al final, todos estos invasores extranjeros fueron detenidos por un grupo: los mamelucos de Egipto, un grupo de guerreros, esclavos y reyes. Procedentes de las estepas euroasiáticas, los mamelucos no eran árabes, sino étnicamente turcos, esclavizados a una edad temprana y vendidos para el servicio militar en Egipto, donde recibían un intenso entrenamiento militar en El Cairo. Así pues, estos guerreros turcos eran totalmente ajenos a las poblaciones árabes sobre las que acabaron gobernando en cuanto a etnia, lengua y cultura, pero eran extraordinariamente hábiles en los estilos de guerra a caballo de las tribus nómadas de las praderas euroasiáticas y en otros aspectos de la guerra medieval. Como resultado, los mamelucos eran algunos de los mejores soldados profesionales de su época, lo que demostraron en múltiples ocasiones a través de sus brillantes campañas militares contra los numerosos enemigos del Egipto islámico. Los mamelucos fueron uno de los únicos grupos que derrotaron en combate abierto a las hordas mongolas, que parecían imparables, salvando así al mundo islámico de la aniquilación. Se podría afirmar que sin los mamelucos, el mundo islámico habría sido completamente destruido, cambiando el curso de la historia.
Cuando los mamelucos tomaron el poder en Egipto, se convirtieron rápidamente en el centro del mundo islámico. El sistema político egipcio lo hacía único en comparación con otras partes del mundo musulmán, y aunque la gestión diaria del reino requería interacciones entre los mamelucos extranjeros y sus súbditos egipcios, un amplio grado de separación seguía siendo la ley del país. Los mamelucos mantenían un férreo control del poder político y militar (a los egipcios corrientes se les prohibía incluso montar a caballo), y este sistema de reclutamiento en el extranjero y aislamiento social creó un ejército de élite leal al Estado y consiguió impedir que los gobernados, incluso los hijos de los mamelucos, entraran en las clases dirigentes. Nada simbolizaba mejor este sistema que la Ciudadela, un complejo de mezquitas, oficinas, viviendas, establos y palacio que se alzaba sobre una prominencia rocosa a 250 pies sobre la ciudad de El Cairo. Desde la Ciudadela, el sultán mameluco presidía su corte real y sus regimientos.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)