Los hombres son místicos de la muerte, hay que confiar en ellos.
La posición del hombre en medio de su amasijo de leyes, costumbres, deseos, instintos ocultos y reprimidos, se ha vuelto tan peligrosa, tan artificial, tan arbitraria, tan trágica y tan grotesca a la vez, que la literatura nunca ha sido tan fácil de concebir como ahora de preparar, pero también más difícil de soportar. Estamos rodeados de países enteros de imbéciles anafilácticos, y el más mínimo sobresalto los sume en interminables convulsiones de dolor.
Aquí estamos, al final de veinte siglos de alta civilización, y sin embargo ningún régimen sobreviviría a dos meses de vegetación.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)