Hitler's U.S. Allies: Americans Who Supported the Nazis
En muchos países del mundo, el final de la Primera Guerra Mundial, lejos de conducir a un nuevo orden mundial de estabilidad, inauguró una era de incertidumbre y declive económico. Para resolver los problemas del desempleo, la alta inflación, los bajos salarios y las malas condiciones de trabajo, muchos se volvieron hacia la derecha política en busca de una solución, hacia líderes como Mussolini y Hitler. Pero no fue sólo en países como Italia y Alemania donde la gente vio en el fascismo una alternativa a la democracia.
A veces se dice que en Estados Unidos el fascismo se manifestó por primera vez como una reacción de la población nativa al aumento del número de inmigrantes europeos en 1830. Hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial se hizo oír al menos en otras cuatro ocasiones, la más evidente en la formación del Bund German American.
Los políticos y comentaristas estadounidenses han evitado tradicionalmente aplicar la etiqueta de «fascista» a cualquier movimiento, prefiriendo en su lugar describir a los grupos de extrema derecha como «nativistas», chanchullos lucrativos que explotan a seguidores crédulos, o simplemente la «franja lunática». Durante muchos años esto les negó la oportunidad de examinar la posibilidad de que las ideologías o estructuras sociales fascistas estadounidenses estuvieran arraigadas en patrones del pasado estadounidense, en lugar de ser una importación extranjera.
El Ku Klux Klan ha sido descrito como la primera organización fascista del mundo y este libro examina los argumentos a favor y en contra de esa afirmación. También examina cómo la filosofía subyacente a ese movimiento se mantuvo como una potente corriente subterránea en la política estadounidense hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. También se examina cómo los nazis utilizaron las políticas raciales americanas a la hora de elaborar las suyas propias.
Aunque persiste la discusión sobre si movimientos como los Camisas Plateadas y los Amigos de la Nueva Alemania eran realmente fascistas, es indudable que las personalidades que los impulsaron, individuos como William Dudley Pelley y el padre Charles Coughlin, mostraban todas las características clásicas del fascismo. Y no eran en absoluto impopulares. Defensor de muchas de las políticas de Hitler, durante la década de 1930, cuando la población estadounidense era de unos 120 millones de habitantes, se calcula que unos 30 millones de oyentes, por ejemplo, sintonizaban el programa semanal de radio de Coughlin.
Este libro compara las formas en que tanto Estados Unidos como los regímenes fascistas, especialmente el alemán, abordaron los inmensos problemas sociales y económicos derivados de la Gran Depresión. También explora el modo en que los regímenes fascistas europeos, especialmente el de la Alemania nazi, intentaron influir en el proceso político estadounidense tanto legal como ilegalmente y analiza el grado de éxito que obtuvieron en ambos.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)