Thomas Telford: Maestro constructor de carreteras y canales

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Título original:

Thomas Telford: Master Builder of Roads and Canals

Contenido del libro:

La vida de Thomas Telford fue extraordinaria: nacido en las tierras bajas de Escocia, donde su padre trabajaba como pastor, acabó sus días como el ingeniero más venerado del mundo, conocido con el juego de palabras de El Coloso de las Carreteras. Fue responsable de algunas de las grandes obras de la época, como el puente colgante sobre el estrecho de Menai y el poderoso acueducto de Pontcysyllte.

Construyó algunas de las mejores carreteras que se han visto en Gran Bretaña desde los tiempos de los romanos y construyó el gran Canal de Caledonia, diseñado para llevar barcos a través de Escocia de costa a costa. Hizo todo lo posible por convertir la ingeniería en una profesión y fue el primer Presidente de la recién creada Institución de Ingenieros Civiles. Todo esto lo consiguió un hombre que empezó a trabajar como aprendiz de albañil.

Siempre se sintió intensamente orgulloso de su tierra natal y estuvo a cargo de un inmenso programa de reconstrucción de las Tierras Altas que incluía la construcción de todo tipo de obras, desde carreteras a puertos, e incluso el diseño de iglesias. Fue sin duda uno de los mejores ingenieros británicos, capaz de ocupar su lugar junto a gigantes como Brunel.

También era un hombre de cultura, aunque sólo tuviera una educación rudimentaria. Como albañil había trabajado en sus inicios junto a algunos de los mejores arquitectos de la época, como William Chambers y Robert Adams, y cuando fue nombrado inspector del condado de Shropshire al principio de su carrera, tuvo la oportunidad de poner en práctica esas habilidades, diseñando dos imponentes iglesias en el condado y supervisando la renovación del castillo de Shrewsbury. Ya de niño había desarrollado un amor por la literatura y a lo largo de su vida escribió poesía y se convirtió en amigo íntimo del Poeta Laureado, Robert Southey.

Era un hombre de muchos talentos, que llegó a lo más alto de su profesión, pero nunca olvidó sus raíces: conservó sus viejas herramientas de albañil hasta el final de sus días. Hay pocos monumentos oficiales a este gran hombre, pero él no los necesita: los verdaderos monumentos son las estructuras que dejó tras de sí y que hablan de un hombre que provocó una revolución en el transporte y la ingeniería civil.