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Dogmatic and Polemical Works
La reputación de San Jerónimo se basa principalmente en sus logros como traductor y exégeta de las Escrituras. El importante servicio que prestó a la Iglesia en sus obras doctrinales es a menudo pasado por alto o minimizado por quienes buscan originalidad e independencia de pensamiento. San Jerónimo no fue un teólogo en el sentido estricto de la palabra. No fue un pensador original, y nunca se abandonó a la meditación personal del dogma como hizo San Agustín. Aunque se atuvo estrictamente a lo que encontraba en la tradición, no por ello disminuye la importancia de su autoridad doctrinal.
Tras pasar doce años de su juventud en su Stridon natal, fue enviado a Roma en el año 359 para terminar sus estudios literarios. Durante los ocho años siguientes, del 359 al 367, San Jerónimo estudió con gran diligencia gramática, humanidades, retórica y dialéctica. También se interesó apasionadamente por los clásicos griegos y latinos, por los filósofos y poetas, y especialmente por los satíricos y poetas cómicos. Estos estudios, al parecer, no tendieron a suavizar, sino a exagerar el temperamento de San Jerónimo, que era por naturaleza irascible e impulsivo, y sensible a la crítica y la contradicción. La lectura de los satíricos y de los poetas cómicos desarrolló en él el gusto por la caricatura y la inclinación a hacer alusiones perjudiciales. Además, los juicios ante los tribunos romanos, a los que asistía con entusiasmo, y en los que los defensores se entregaban a mutuas invectivas personales, desarrollaron en él el arte y la ciencia de la polémica que emplearía con tanta eficacia y habilidad en las controversias que iban a ocupar seriamente su atención.
San Jerónimo subrayó el hecho de que la Iglesia debe ser considerada siempre como la regla suprema y la norma decisiva de la fe cristiana; y que esa Iglesia da el verdadero sentido de las Escrituras, y es representativa de la tradición. Fue debido a esta firme convicción por parte de San Jerónimo que los años de su vida posterior se consumieron en interminables conflictos con los enemigos de la Iglesia. San Jerónimo nunca perdonó a los herejes, sino que siempre consideró que los enemigos de la Iglesia eran sus propios enemigos. Su encuentro con los sabelianos fue la primera disputa de San Jerónimo con un enemigo de la Iglesia. Desde el principio de su vida advirtió que sería un firme protector de la autoridad doctrinal de la Iglesia, y que estaba dispuesto a atacar todas y cada una de las herejías que levantaran la cabeza contra la fe católica.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)