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The Trans-Atlantic Pioneers: From First Flights to Supersonic Jets - The Battle to Cross the Atlantic
Cada día, hasta 3.000 aviones cruzan el Océano Atlántico. Si cada uno de ellos transporta 250 pasajeros, eso podría significar hasta 750.000 personas en movimiento entre Europa y Norteamérica.
La principal preocupación para la mayoría es la elección de la película de a bordo o si cenar ternera o pollo. Hace un siglo era muy distinto. Antes del épico vuelo de John Alcock y Arthur Whitten Brown de junio de 1919 no se había intentado ningún viaje semejante y no podían saber qué esperar.
Por supuesto, los dos hombres necesitaron todas sus agallas y determinación, pero había algo más. Alcock y Brown eran auténticos profesionales. Ambos habían reflexionado profundamente sobre los retos a los que se enfrentaban y ambos estaban decididos a no dejar nada al azar. En el trasfondo estaba el premio de 10.000 dólares ofrecido por Lord Northcliffe, cuya generosidad representaba un potente incentivo para los aviadores pioneros.
Inevitablemente, los nombres de Alcock y Brown se han convertido en sinónimos de aquel primer vuelo transatlántico. Fueron los primeros, pero ni mucho menos los últimos pioneros transatlánticos. Hubo muchos otros, algunos de los cuales son igual de célebres, mientras que otros han caído en el olvido.
El dirigible _R-34_ de Su Majestad, por ejemplo, realizó el primer vuelo de este a oeste y, a continuación, la primera travesía de ida y vuelta. Charles Lindbergh realizó el primer vuelo de Norteamérica a Europa. Amelia Earhart fue la primera mujer en realizar una travesía en solitario.
En los años 30, los zepelines alemanes, que pocos años antes aterrorizaban Londres con sus bombas, ofrecían los primeros vuelos comerciales regulares. Se hicieron populares a pesar de su elevado coste y de la amenaza siempre presente de inmolación -que acabó haciéndose realidad- causada por el hidrógeno inflamable utilizado como agente de elevación.
Fueron necesarias las exigencias de la guerra para demostrar que el Atlántico podía ser cruzado regularmente por naves más pesadas que el aire y allanar el camino para las operaciones comerciales de posguerra que siguieron. En los años 50 aparecieron los primeros reactores, seguidos de los primeros aviones supersónicos.
Pero los pioneros continuaron: las primeras operaciones a precio reducido y las primeras de los aviones bimotores que aportaron una flexibilidad insospechada a los viajes de larga distancia y que ahora dominan las rutas aéreas transatlánticas.
Y continuará el pionerismo en la que sigue siendo la ruta aérea intercontinental más transitada y prestigiosa del mundo. ¿Quién, concluye el libro, operará el primer avión de pasajeros con propulsión híbrida, la primera máquina totalmente autónoma, la primera que no utilice combustibles fósiles?
¿Serán los próximos cien años tan apasionantes como aquellos días verdaderamente pioneros del pasado?
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)