Plague: a novel of the great influenza
4 de marzo de 1918.
Un cocinero del ejército en Fort Riley, Kansas, se reportó a la enfermería con una temperatura de 103. 1 F.
En dos días enfermaron otros 521 hombres. Se trata de uno de los primeros brotes registrados de lo que llegó a conocerse como gripe española.
Aproximadamente un tercio de la población mundial se infectó con este virus. Se calcula que hubo al menos 50 millones de muertes en todo el mundo, de las cuales unas 675.000 se produjeron en Estados Unidos.
Viviendo en el campo, nos iba mejor que a los que vivían hacinados en las grandes ciudades. Éramos como una gran familia feliz que vivía en casas diferentes. Celebrábamos graneros, festivales al aire libre y picnics en la iglesia. Se podría decir que vivíamos en nuestro pequeño Shangri-La. Pero por fin la plaga de 1918 nos encontró a nosotros también, y ese asesino silencioso estaba a punto de arrastrarnos al infierno.
"El aislamiento es la clave", repetía mi marido, el Dr. John Gallagher. "Tenemos que separar a los sanos de los enfermos".
Como único médico del pueblo, John supervisaba la salud de aproximadamente 1.400 personas. Aunque nuestro pequeño y tranquilo pueblo no se vio tan afectado como algunas de las grandes ciudades -especialmente Filadelfia, Pittsburgh y Boston-, sufrimos varias pérdidas antes de que los residentes de Sawmill, Pensilvania, empezaran a reconocer que John tenía razón, y el aislamiento ayudó a frenar la progresión de la enfermedad.
Pero el aislamiento también trajo consigo otra serie de dificultades.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)