El legado de la señora Cunningham

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Título original:

The Legacy of Mrs. Cunningham

Contenido del libro:

Adele Cunningham había muerto. Y había vivido. Dos horas de testimonios personales lo demostraron. Múltiples personas subieron al púlpito para compartir lo que la Sra. Cunningham había hecho por ellos, ya fuera a través de oraciones o de consejos. La verdad era que Adele Cunningham había dejado un legado que nunca moriría.

Abrumada por la pérdida de su madre, Judy Cunningham necesitaba un lugar donde poder llorar a solas. Buscó un camino entre la multitud. Los brazos caían como puertas en un cruce de ferrocarril y bloqueaban su camino. Soportó los abrazos corporales, los besos húmedos en la mejilla y la sofocante mezcla de perfumes y olores corporales. Murmurando sus disculpas, se liberó y pasó del salón a la cocina y se dirigió al dormitorio de su madre. Entró y cerró la puerta.

Luego, exhalando un suspiro, bebió profundamente de la tranquilidad. Un sentimiento de nostalgia se apoderó de ella cuando recorrió con la mirada la cama con dosel, la colcha de punto tejida a mano y las fundas de almohada de encaje, todo ordenado como si su madre acabara de salir de la habitación. En la mesita de noche había una lámpara Tiffany, una Biblia de piel desgastada y una caja de pañuelos, restos de los encuentros diarios de Adele Cunningham con Dios.

Se acercó a la mecedora de su madre y pasó la mano por el respaldo curvado.

"El sillón de oración de mamá", susurró.

Allí era donde Adele Cunningham se reunía con Dios cada mañana y cada noche. Judy se acomodó en la mecedora, cerró los ojos e imaginó que los brazos de su madre la envolvían.

Puso la mecedora en movimiento y pensó en las muchas notas que su madre había dejado para que ella las entregara. Había escrito a mano más de dos docenas durante su última semana en el hospital. Uno de aquellos pequeños sobres azules llevaba el nombre de Judy.

Se quedó mirándolo un momento, luego deslizó la uña bajo la solapa y lo abrió.