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Aesthetics and Its Discontents
Ayer mismo se acusaba a la estética de ocultar juegos culturales de distinción social. Ahora se la considera un discurso parasitario del que hay que liberar las prácticas artísticas.
Pero la estética no es un discurso. Es un régimen histórico de identificación del arte. Este régimen es paradójico, porque funda la autonomía del arte sólo al precio de suprimir las fronteras que separan sus prácticas y sus objetos de los de la vida cotidiana y de convertir el libre juego estético en la promesa de una nueva revolución.
La estética no es una política por accidente, sino por esencia. Pero esta política opera en la tensión no resuelta entre dos formas opuestas de política: la primera consiste en transformar el arte en formas de vida colectiva, la segunda en preservar de toda forma de compromiso militante o comercial la autonomía que lo convierte en promesa de emancipación.
Esta tensión constitutiva arroja luz sobre las paradojas y transformaciones del arte crítico. También permite comprender por qué los llamamientos actuales a liberar el arte de la estética son erróneos y conducen a asfixiar tanto la estética como la política en la ética.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)