El Próximo Oriente Antiguo en el siglo XIX: II. Coleccionar, construir y conservar

Título original:

The Ancient Near East in the Nineteenth Century: II. Collecting, Constructing, and Curating

Contenido del libro:

A principios del siglo XIX, poco se sabía del antiguo Próximo Oriente, salvo lo que se conservaba en la Biblia y la literatura clásica. A finales del siglo XIX se había producido una transformación asombrosa: se comprendía el esquema básico de la historia del Próximo Oriente antiguo y la cultura material de la región era reconocible para el gran público.

Este estudio en tres volúmenes explora las diversas formas en que los no especialistas se encontraron con el antiguo Egipto, Mesopotamia y Tierra Santa, y cómo extrajeron y construyeron el significado de esos descubrimientos. McGeough pone en tela de juicio la visión simplista de que la experiencia del Próximo Oriente antiguo fue únicamente una cuestión de "otredad" y muestra cómo diferentes personas reivindicaron el Próximo Oriente como su propio espacio y cómo se establecieron conexiones entre el mundo antiguo y el contemporáneo. El volumen II examina las diferentes formas en que los no especialistas se encontraron con la materialidad del Próximo Oriente antiguo a lo largo del siglo XIX.

En esta época, la gente coleccionaba objetos mientras viajaba por la región o pagaba por ver las colecciones que otros traían de vuelta. El público conoció el mundo antiguo a través de exposiciones museísticas que privilegiaban los artefactos "reales" en un nuevo contexto o en muestras hiperrealistas (como el Palacio de Cristal) en las que se reconstruían edificios enteros del antiguo Próximo Oriente.

Hombres y mujeres se disfrazaban de personajes bíblicos en ferias ambulantes o pasaban la tarde desenvolviendo una momia. Los particulares compraban recuerdos asiriológicos y empleaban estilos egipcios en su diseño, primero en productos de diseño de mayor calidad y más tarde en artículos de novedad.

Los templos egipcios sirvieron de inspiración arquitectónica para los edificios de Londres, y el antiguo uso del color fue un argumento de peso para reimaginar el estilo victoriano. La adopción de Egipto, sobre todo, en el fenómeno de las ferias mundiales vinculó el antiguo Próximo Oriente con un futuro global en el que el cambio estaba naturalizado y se enseñaba a los consumidores a no tener miedo de las transformaciones que traía consigo la era industrial.