Una mirada retrospectiva

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Título original:

A Retrospective Look A Memoir

Contenido del libro:

Soy producto de la clase trabajadora de renta baja. Mi padre trabajaba con maquinaria, mientras que mi madre fue dependienta de una tienda de variedades durante la mayor parte de su vida adulta. Se podría decir que fui un niño pobre, y mi historia ya se ha contado muchas veces. Quiero contarla por última vez, porque mucha gente no me presta atención. Esta colección repasa los dibujos y pinturas realizados a lo largo de toda una vida. Comenzó con un deseo de dibujar que percibí por primera vez cuando tenía unos doce años. Este libro representa la oportunidad de reunirlos en un todo que traza mi evolución a lo largo de los años, y espero que cuente mi historia en su totalidad.

Desde el principio, he utilizado el dibujo y la pintura para buscar la verdad. Me permitían centrarme mejor en el mundo que me rodeaba e ignorar todo lo demás. Al llamarlas )obras de arte), parecían más duraderas, ya que quería que permanecieran y se quedaran. Pensaba que podían hablar con mi voz y decir lo que yo quería decir.

Me surgió de un deseo interior de hacer las cosas bien, de decir la verdad. Parecía que había una necesidad básica de dibujar, pintar y expresar lo que llevaba dentro. Podía organizar y juntar cosas sobre el papel o el lienzo que no encajaban de ninguna otra manera, en ningún otro momento. Era una forma de entrar en un mundo más grande, fuera de mí, y lo hice con entusiasmo.

Me inspiró por primera vez un brillante diario fotográfico de principios de los sesenta con fotografías de Caroline Kennedy encima de un caballo. Cuando más tarde intenté montar un caballo a imitación, éste corrió hasta el centro de una autopista interestatal y se paró en seco, congelado de miedo. Me encantaban los caballos hasta que supe que tenían voluntad propia, a menudo mayor que la del jinete. En cualquier caso, a menudo eran mejores sobre el papel que en la vida real.

Empecé a dibujar con lápiz y carboncillo, pero más tarde me pasé a los óleos, los acrílicos, los pasteles y, por último, las acuarelas. Siempre me sentí perdida hasta que lo hice mío y me sentí cómoda con ello. Sigo buscando una belleza permanente, una armonía que de otro modo no existiría. Me produce una profunda satisfacción cuando sale como yo quería en un principio. Me ayuda a alejarme de contar historias dispersas y sin sentido, desorganizadas. El arte era una buena terapia entonces y ahora. El proceso sigue funcionando. Yo animaría a cualquiera que tenga el más mínimo pozo de deseo o necesidad de tirarse al agua, a que se moje. Sienta bien, y el agua está bien.