Puntuación:
El libro «Una dama de calidad», de Frances Hodgson Burnett, narra la historia de Clorinda Wildairs, una chica rebelde que, gracias a la fe de su hermana y a su propia determinación, se convierte en una dama de calidad. La narración explora temas como la transformación, la lealtad y la lucha contra las expectativas sociales, y culmina con una apasionante historia de amor. Sin embargo, el estilo de escritura puede resultar florido y desafiante para algunos lectores, lo que lo convierte en una experiencia mixta para diferentes públicos.
Ventajas:⬤ Fuerte desarrollo de los personajes y transformación del protagonista.
⬤ Una historia de amor atractiva y convincente.
⬤ Los temas del crecimiento personal, la lealtad y la moralidad están bien explorados.
⬤ El libro ofrece una perspectiva refrescante en comparación con las narrativas modernas.
⬤ Estilo de escritura cautivador apreciado por algunos lectores.
⬤ Algunos lectores encuentran el lenguaje y el estilo anticuados y difíciles de manejar.
⬤ La historia puede resultar demasiado melodramática y predecible para algunos.
⬤ El protagonista puede parecer demasiado egocéntrico.
⬤ No es tan cálido y cercano como los libros infantiles de Burnett.
⬤ Algunas partes de la narrativa y los temas pueden parecer demasiado tradicionales o anticuados.
(basado en 69 opiniones de lectores)
A Lady of Quality
ÍNDICE I. El veinticuatro de noviembre de 1690, Página 1 II. En el que Sir Jeoffry encuentra a su prole, Página 4 III. En que los compañeros de Sir Jeoffry brindan, Página 9... XXIV. Las palomas se posaron en el alféizar de la ventana y arrullaron y arrullaron, Página 115 I. EL 24 DE NOVIEMBRE DE 1690 En una mañana invernal de finales de 1690, con el sol brillando tenue y rojizo a través de una ligera niebla, se oyó un gran ruido de perros aullando, voces fuertes y caballos pisoteando en el patio de Wildairs Hall.
Como Sir Jeoffry estaba a punto de salir de caza, y era hombre de temperamento colérico y voz grande y fuerte, y dado a los juramentos y al ruido incluso cuando estaba de buen humor, su cabalgada con sus amigos en cualquier momento estaba acompañada de una bulliciosa conmoción. Aquella mañana era más que de costumbre, porque tenía con él huéspedes que habían ido a su casa el día anterior, y habían cenado hasta tarde y bebido profundamente, por lo que el día los encontró, algunos con dolores de cabeza, otros con náuseas en el estómago, y otros sólo de un mal humor que les hacía maldecir a sus caballos cuando estaban inquietos, y romper en sonoras carcajadas hoscas cuando se hacía una broma grosera. Hubo muchas bromas de este tipo, ya que Sir Jeoffry y sus compañeros eran famosos en todo el condado tanto por la libertad de su conversación como por el escándalo de sus pasatiempos, y aquel día, cuando sus bromas de voz alta y salpicadas de juramentos resonaban en el aire frío, era mejor que no hubiera damas a punto de cabalgar con ellos. Sir Jeoffry era el más ruidoso, pues había bebido aún más que los demás, y aunque se jactaba de poder llevar una botella más que nadie y ver a todos sus invitados por debajo de la mesa, la borrachera de la noche anterior lo había dejado de mal humor y bullicioso. Caminaba a grandes zancadas, profiriendo insultos a los perros y calificando a los criados, y cuando montó en su gran caballo negro fue en medio de tal clamor de voces y aullidos de perros que el lugar parecía el Pandemónium.
Era un hombre corpulento, de aspecto florido, ojos negros y buen porte, y en su juventud había tenido mucha fama por su gran fuerza, que era casi la de un gigante, y por sus proezas en la silla de montar y en la mesa cuando se bebía la botella. Se contaban muchas historias malvadas de sus travesuras, pero él no las consideraba malvadas, sino más bien un mérito como hombre de mundo, pues, cuando se enteraba de que se chismorreaba sobre ellas, recibía la información con una sonora carcajada triunfal. Se había casado, cuando ella tenía quince años, con la floreciente flor del condado, por la que su pasión se había apagado hacía tiempo, habiéndose marchado con la luna de miel, que había sido brevísima, y después le había guardado rencor por lo que él decidió considerar su conducta poco obediente. Este rencor se basaba en el hecho de que, aunque ella le había regalado cada año desde su matrimonio un niño, después de nueve años ninguno había sido hijo, y, como estaba amargamente enemistado con sus parientes más cercanos, consideraba que cada uno de sus vástagos era un agravio para él. Pasaba poco tiempo en su compañía, pues ella era una pobre y gentil criatura sin espíritu, que encontraba poca felicidad en su suerte, ya que su señor la trataba con escasa cortesía, y sus hijos, uno tras otro, enfermaron y murieron en su infancia hasta que sólo quedaron dos.
Apenas recordaba su existencia cuando no veía su rostro, y ciertamente no pensaba en ella esta mañana, pues tenía otras cosas a la vista, y sin embargo ocurrió que, mientras un mozo de cuadra acortaba un estribo y le juraban por su torpeza, dirigió por casualidad la vista hacia arriba, a una ventana de la cámara que se asomaba entre la espesa hiedra de la piedra.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)