Puntuación:
Las reseñas de «Sailing the Graveyard Sea» destacan que se trata de un relato histórico bien documentado sobre el único motín de la Marina estadounidense, con una mezcla de narración atractiva y detalles objetivos, aunque algunos lectores lo encontraron lento y árido en algunas partes. Muchos elogiaron la capacidad del autor para hacer accesibles e intrigantes acontecimientos complejos, aunque unos pocos lo criticaron por la falta de resolución y creatividad en el estilo.
Ventajas:Narrativa bien documentada, narración atractiva, accesible a lectores poco familiarizados con la no ficción, contexto histórico detallado e interesantes reflexiones sobre los personajes.
Desventajas:Algunas partes son lentas y secas, a veces demasiado dependientes de la exactitud de los hechos, falta de estilo creativo en la escritura y algunos lectores opinaron que carecía de una resolución clara de los acontecimientos.
(basado en 15 opiniones de lectores)
Sailing the Graveyard Sea: The Deathly Voyage of the Somers, the U.S. Navy's Only Mutiny, and the Trial That Gripped the Nation
Un relato fascinante del único motín de la historia de la Marina de los Estados Unidos, un suceso poco conocido que costó la vida a tres jóvenes inocentes, en parte un asesinato misterioso, en parte un drama judicial, y tan emocionante y dramático como las novelas más vendidas de Patrick O'Brian.
El 16 de diciembre de 1842, el bergantín estadounidense Somers ancló en el puerto de Brooklyn al final de un crucero destinado a enseñar a un grupo de adolescentes los rudimentos de la vida naval. Pero este ejercicio aparentemente inofensivo acabó en catástrofe. El comandante Alexander Slidell Mackenzie desembarcó diciendo que había evitado por los pelos un motín que habría acabado con su vida y la de sus oficiales. Algunos de los amotinados frustrados estaban bajo vigilancia, pero tres habían sido ahorcados: el contramaestre Samuel Cromwell, el marinero Elisha Small y el guardiamarina en funciones Philip Spencer, cuyo padre era el secretario de guerra, John Spencer.
Philip Spencer, de dieciocho años, según Mackenzie, había sido el cabecilla que animó a la tripulación a apoderarse del barco y convertirse en piratas, violando y saqueando a su paso por el viejo Meno español. Y aunque el joven podría haber sido un rebelde fascinado por los piratas, pronto quedó claro que la orden que condenaba a los tres hombres carecía de base legal. Y lo que era peor, que tal vez nunca se había producido realmente un motín, y que el barco podría haberse dejado llevar en su lugar por una histeria rastrera que acabó con el sacrificio de tres inocentes.
Meses de acusaciones y contraacusaciones fueron seguidos por un consejo de guerra muy público que juzgó a Mackenzie por su vida, y una tormenta de sentimientos contra la Marina atrajo la atención de los principales escritores de la época (Washington Irving pensaba que Mackenzie era un héroe; James Fenimore Cooper lo condenó con una ferocidad que todavía escuece). Pero algo bueno salió de ello: el disgusto público con el crucero de entrenamiento de Mackenzie dio origen a Annapolis, el lugar que en un siglo produciría la mayor armada que el mundo había conocido.
Relatado con viveza y lleno de tensa acción basada en las transcripciones de los consejos de guerra, el magistral relato de Snow de este episodio casi olvidado es historia naval en su máxima expresión.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)