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Clemenceau, a quien Mme Brindza apenas conocía, había decidido volver a casa andando. Caminar le abría las ideas y éstas corrían por su imaginación de orador despierto con la rapidez de la luz, entremezcladas con recuerdos de sus padres y de la Vendée, pues tenía una motivación natural, aunque marcada por la dureza, el sarcasmo y la indiferencia.
La necesidad de venganza no era una palabra. Burdeos, Scheurer-Kestner y él habían sentido el desarraigo de las dos queridas provincias con una intensidad extraordinaria que nunca antes hubieran sospechado... La libra de carne de Shylock.
Aquellos alemanes eran un gran pueblo, pero enemigos de corazón, y con el tiempo lo seguirían siendo. ¿Cómo podía alguien pensar en llevarse bien con gente así?
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)