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The Republican War on Science
La ciencia nunca ha sido tan crucial para decidir las cuestiones políticas a las que se enfrenta el país. Sin embargo, la ciencia y los científicos tienen menos influencia en el gobierno federal que en cualquier otro momento desde que Richard Nixon despidió a sus asesores científicos.
Hoy en día, en la Casa Blanca y en el Congreso, los resultados se comunican de forma politizada, se tergiversan o distorsionan para adaptarlos a la agenda del orador o, cuando son demasiado inconvenientes, se ignoran por completo. En una amplia gama de temas -investigación con células madre, cambio climático, evolución, educación sexual, seguridad de los productos, regulación medioambiental y muchos otros- las posiciones de la administración Bush van en contra del abrumador consenso científico. Las agencias científicas federales -que antes eran ferozmente independientes, tanto con presidentes republicanos como demócratas- están cada vez más formadas por cargos políticos que conocen mucho mejor a los grupos de presión de la industria y a los activistas evangélicos que a la ciencia.
Esto no es exclusivo de la administración Bush, pero es en gran medida un fenómeno republicano, nacido de la aversión conservadora a la regulación medioambiental, sanitaria y de seguridad, y en los extremos, de la evolución y el aborto legalizado. En La guerra republicana contra la ciencia, Chris Mooney enlaza las distintas vertientes del ataque a la ciencia en un relato convincente y aterrador de la creciente falta de voluntad de nuestro gobierno para distinguir entre la investigación legítima y la pseudociencia impulsada ideológicamente.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)