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En una época en que el mal se ha apoderado sutilmente de la dialéctica y de la lógica, de todos los instrumentos del pensamiento en favor de toda clase de inversiones, la imposibilidad de expresar la verdad surge del hecho de que ya no se manifiesta en el corazón humano más que en movimientos, lances, arrebatos deslumbrantes pero impotentes: sólo queda un valor digno de expresión: el sufrimiento del alma y del corazón. Así pues, has representado este sufrimiento, pero de la única manera que puedes, es decir, puramente, libre de todas las compensaciones del odio, de la venganza, de la ironía y de la burla.
Cualquier rastro de coquetería, cualquier preocupación por la estética o la más mínima búsqueda legítima del efecto, es parte natural de la reflexión metafísica, nacida de una prueba excepcional de la vida. El sufrimiento sólo es verdadero y ejemplar si se somete a los insultos y a las burlas del mismo modo que se somete a los golpes a un niño desarmado, con una mirada tonante.
El último recurso de quien ha comprendido el mundo moderno es exponerse a bofetadas. No ha sido el resultado de un acto deliberado de liberación, se ha reproducido a sí mismo y resulta que en esta imagen no hay nada que restar ni que añadir: es en cierto modo el espejo en el que se refleja la miserable aventura del mundo moderno: su diagnóstico es compasivo pero implacable.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)