Historia del peronismo III (1956-1983)-la violencia

Contenido del libro:

Este tercer volumen de la Historia del peronismo, de Hugo Gambini, completa la historia de uno de los movimientos políticos latinoamericanos más populares y duraderos y desentraña el enigma sobre la postura ideológica del general Perón y sus seguidores. Tras el golpe de 1955, la CGT, Confederación General del Trabajo de Argentina, se esforzó por mantener su poder, obtenido por ser el pilar de la "sociedad organizada", tal como la concibió Perón en 1946 bajo el influjo intelectual de Mussolini. En este punto la lucha era limitada: los que intentaban un "peronismo sin Perón", y los "verticalistas" que se sentían más seguros obedeciendo ciegamente al líder, en lugar de actuar como intérpretes de una ideología que incluso a ellos les resultaba esquiva. Sin embargo, al entrar en los años 60, un entorno complicado, aunque fértil, rodeaba al movimiento en su intento de desestabilización de los también difíciles de definir gobiernos militares argentinos. La guerra fría desplegada en América Latina creó una crisis en la linealidad del peronismo, al enfrentarse a la oportunidad de aprovechar la energía suscitada por el tándem Castro-Che Guevara entre una generación que sólo conocía el antagonismo peronismo-antiperonismo a través de los recuerdos de sus padres.

Sin embargo, este movimiento conllevaba el peligro de desdibujar su propia esencia de movimiento de masas de derechas, y saltar a un crisol con un grupo de izquierdas, estrechamente relacionado con el comunismo, al que Perón siempre había considerado el mayor enemigo en su lucha por la organización y el control de la sociedad. Historia del Peronismo - III (1956-1983) La violencia se ocupa de este período, y sigue la trayectoria del general Perón mostrando cómo este militar latinoamericano, con una formación nacionalista de derecha de principios del siglo XX, logró -en un sincretismo de lo más inverosímil- que el fascismo nacional de derecha argentino y el castro-comunismo unieran sus esfuerzos tras el objetivo, finalmente alcanzado, de llevarlo nuevamente al poder después de 17 años de ausencia. La rápida decadencia física de Perón, y su muerte en 1974, destaparon el desequilibrio entre las distintas facciones de sus seguidores -y, por cierto, también entre quienes tenían el deber de reprimir legalmente los intentos violentos de las facciones de sus sucesores por hacerse con el poder- desatando uno de los periodos más violentos en un país que, hasta entonces, se había considerado a sí mismo como una república ejemplar de paz y tolerancia. El recuento de víctimas aumentó exponencialmente: tras el golpe de 1955, el general Aramburu ordenó 31 ejecuciones, entre militares y civiles. Al volver al poder, el general Perón ordenó fusilar a 64 jóvenes izquierdistas. Su esposa elevó el recuento a 900, y los militares a 9.000.

La guerrilla reconoció la muerte de 745 personas, tanto militares como civiles.