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¿Es la cultura global un mero reflejo pálido y siniestro de la globalización capitalista? Bruce Robbins responde a ésta y otras preguntas en Feeling Global, un documento crucial sobre el nacionalismo, el culturalismo y el papel de los intelectuales en la era de la globalización.
Partiendo de su obra anterior, Robbins aborda aquí la cuestión del estatuto de los derechos humanos internacionales. La concepción que Robbins tiene del internacionalismo está impulsada no sólo por los imperativos de la política mundial de derechos humanos, sino por una comprensión de las culturas transnacionales, vinculando así la formulación de políticas prácticas con la política cultural, en detrimento de ninguna de las dos. En otras palabras, la crítica cultural de Robbins nos ofrece mucho más que una comprensión de cómo la cultura "moldea nuestras vidas". Por el contrario, Robbins muestra, sobre todo en sus análisis de Martha Nussbaum, Richard Rorty, Susan Sontag, Michael Walzer y otros, cómo la propia "cultura" se ha convertido en un término que bloquea -para comentaristas tanto de derechas como de izquierdas- un compromiso serio con el ideal cosmopolita contemporáneo de un discurso no universalista de los derechos humanos.
Al rescatar el propio "cosmopolitismo" de sus connotaciones de individuos acomodados, leales a nadie y dispuestos a probar todas las culturas a voluntad, Feeling Global presenta una forma convincente de pensar en las obligaciones éticas de los intelectuales en un momento en el que su lugar en el nuevo orden mundial es profundamente incierto.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)