Puntuación:
El libro analiza la supervivencia del Imperio Romano de Oriente durante el siglo VII a pesar de las importantes pérdidas debidas a las invasiones árabes, y el autor identifica múltiples factores interrelacionados que contribuyeron a su resistencia y transformación en el Imperio Bizantino medieval.
Ventajas:El libro ofrece una exploración fascinante y detallada de la supervivencia del Imperio Bizantino, aportando ideas actualizadas y complementando obras anteriores sobre el tema. El autor escribe con elegancia y claridad, haciendo accesibles complejos acontecimientos históricos. Los críticos destacan su profundidad analítica en relación con las diversas causas de la supervivencia, incluidos los cambios de identidad, los cambios medioambientales y la solidez del gobierno.
Desventajas:A algunos lectores les pareció árida la versión en audio y, dado lo intrincado del tema, el libro puede requerir un esfuerzo considerable para digerirlo. Además, algunos factores específicos como el cambio climático y la adaptabilidad organizativa pueden resultar complejos de comprender para algunos lectores.
(basado en 5 opiniones de lectores)
The Empire That Would Not Die: The Paradox of Eastern Roman Survival, 640-740
El Imperio Romano de Oriente era el mayor estado de Eurasia occidental en el siglo VI. Sólo un siglo después, era una fracción de su tamaño anterior. Rodeado de enemigos, asolado por la guerra y las enfermedades, el imperio parecía destinado al colapso. Sin embargo, no murió. En este análisis holístico, John Haldon dilucida los factores que permitieron al Imperio Romano de Oriente sobrevivir contra todo pronóstico hasta el siglo VIII.
Hacia el año 700 d.C., el imperio había perdido tres cuartas partes de su territorio a manos del califato islámico. Pero la accidentada geografía de los territorios que le quedaban en Anatolia y el Egeo era estratégicamente ventajosa, pues impedía que los enemigos ocuparan permanentemente las ciudades imperiales y las dejaba vulnerables a los contraataques romanos. Cuanto más se reducía el imperio, más se centraba en torno a la capital de Constantinopla, cuya capacidad para resistir asedio tras asedio resultó decisiva. Los cambios climáticos también influyeron, permitiendo cambios en la producción agrícola que beneficiaron a la economía imperial.
Al mismo tiempo, la crisis a la que se enfrentaba el imperio obligó a la corte imperial, a las clases dirigentes provinciales y a la Iglesia a estrechar sus lazos. El Estado y la Iglesia juntos encarnaban un imperio sacralizado que tenía al emperador, y no al patriarca, como cabeza simbólica de la cristiandad. A pesar de sus pérdidas territoriales, el imperio no sufrió ninguna ruptura política grave. Lo que quedó se convirtió en el corazón de un Estado romano cristiano medieval, con una poderosa teología política que predecía que el emperador acabaría prevaleciendo contra los enemigos de Dios y establecería el dominio mundial del cristianismo ortodoxo.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)