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The Bastardizer Polishes a Turd
El jefe de la Brigada de Derechos de Autor y Propiedad Intelectual quiere que despidan a su mejor agente o que lo pongan detrás de un escritorio. Sin embargo, el número de muertos sigue aumentando porque el Bastardizer está obsesionado al 100% con impartir justicia callejera en nombre de la industria musical. Las reglas, como los huesos, están hechas para romperse. Al Bastardizer no le importaba quién se interpusiera en su camino. Si le molestaban, ¡los aniquilaba!
El Bastardizer sentía la violencia. Eso era lo que le impulsaba a lisiar, mutilar y asesinar a todos los que no rendían culto en el altar del Convenio de Berna de 1886 y el Acta de París de 1971. El golpe de su puño en la cara de un infractor de derechos de autor hacía algo por su alma. El golpe de una bota en la ingle hacía más. Llenar de plomo a los infractores de derechos de autor era aún mejor... ¡Culpables o no, los quería muertos!
Lo que nadie podía prever era el encuentro fortuito del Bastardizer (en una mesa de operaciones, precisamente) con un pornógrafo geriátrico. Esto provocó que la historia se transformara desordenadamente en formas de experimentación literaria que pusieron en jaque a la industria musical y al mundo del libro...
Este es el libro que se metió en su propio culo y volvió para contarlo.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)