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Permítanme comenzar diciendo que el propio nombre de Ética siempre me ha encantado de verdad, y que sigue teniendo sobre mí un efecto fulminante, cuando no intimidatorio. Hace que mi mente divague entre la inquietante idea de una «Ciencia de la Belleza» que, por un lado, nos permitiría discernir súbitamente lo que hay que amar, lo que hay que odiar, lo que hay que aclamar, lo que hay que destruir; y que, por otra parte, nos enseñaría a producir obras de arte de valor incuestionable; y en relación con esta primera idea, la idea de una «Ciencia de las Sensaciones», no menos seductora, y tal vez incluso más seductora que la primera.
Si tuviera que elegir entre el destino de ser un hombre que sabe cómo y por qué tal o cual cosa es lo que llamamos «bello», y el de saber lo que es sentir, creo que elegiría el segundo, con el motivo ulterior de que este conocimiento, si fuera posible (y me temo que ni siquiera es concebible), me daría pronto todos los secretos del arte...
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)