Ballets Románticos Franceses: Jean-Madeleine Schneitzhoeffer, La Sylphide Adolphe-Charles Adam, Giselle y Le Corsaire

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Título original:

French Romantic Ballets: Jean-Madeleine Schneitzhoeffer, La Sylphide Adolphe-Charles Adam, Giselle and Le Corsaire

Contenido del libro:

Esta colección presenta la música de tres de las partituras más importantes de la Edad de Oro del ballet en París, entre 1830 y 1870. El ballet romántico había sido inaugurado por la ópera de Meyerbeer Robert le Diable (21 de noviembre de 1831) con su fantasmagórico Ballet de las Monjas, levantadas de sus tumbas y bailando a la luz de la luna, dirigidas por su espectral Abadesa; un papel creado por Marie Taglioni (1804-1884) según la coreografía de su padre. La Sylphide (1832), inspirada en esta situación, fue el primer ballet romántico de pleno derecho. Su elegante y atmosférica partitura fue escrita por el primer violinista de la Ópera, Jean Schneitzhoeffer. La historia, ideada por el gran tenor Adolphe Nourrit, introduce espíritus y seres elementales, que dominaron los escenarios de ballet durante las décadas siguientes. La creación de Filippo Taglioni supuso la realización más plena del ideal romántico, especialmente en el personaje principal de la historia, y su perfecta encarnación en la intérprete original, Marie Taglioni, cuya personalidad escénica parecía hecha para el papel de la Sílfide. El ballet se convirtió en fuente de fantasías teatrales románticas en torno al amor desesperado y fatal entre un ser humano y una criatura sobrenatural. Se representó en París hasta 1860, año en que se abandonó la obra. Sólo a finales del siglo XX se reestrenó la versión original de Taglioni en una reconstrucción literal realizada por Pierre Lacotte en la Ópera de París el 7 de junio de 1972.

Giselle es una obra central en el repertorio de ballet de todo el mundo. Se considera la obra maestra absoluta del teatro de danza romántico; una maravillosa síntesis de estilo, técnica y sentimiento dramático, con una partitura excepcional. El ballet fue concebido en 1841 como resultado de la colaboración de algunos de los mayores talentos de la literatura, la coreografía y la música del París de la época. El escritor, crítico y poeta Theophile Gautier, abrumado por el arte de la bailarina Carlotta Grisi (1819-1899), descubrió lo que le pareció el tema perfecto para ella mientras leía una traducción del libro de Heinrich Heine sobre la leyenda y el folclore alemanes, D'Allemagne. Allí encontró la leyenda de las doncellas wilis que mueren antes del día de su boda y que salen de sus tumbas por la noche vestidas de novia para bailar hasta el amanecer. Si un hombre es sorprendido en el bosque mientras las wilis celebran sus rituales, está condenado a seguir bailando hasta que caiga muerto de agotamiento. La coreografía es obra de Jean Coralli y Jules Perrot. El primer acto se sitúa en un plano realista, con una evocación de una rusticidad medieval y una intriga emocional-sentimental, mientras que el segundo acto evoca lo sobrenatural, un mundo etéreo de simbolismo mágico. Tanto el público como la crítica saludaron la obra como un triunfo.

La partitura fue elogiada por su elegancia, la frescura y claridad de las melodías, el vigor y la novedad de las combinaciones armónicas y la vivacidad que impregna la textura musical de principio a fin. El ballet ha seguido a lo largo de los años una tradición más o menos ininterrumpida. Perrot destacó su particular impronta creativa en las producciones que supervisó en Londres (1842) y San Petersburgo (1856). En Rusia colaboró con Marius Petipa, quien realizó su propia reconstrucción del ballet en 1884. Esta versión se convirtió en el modelo de todas las reposiciones posteriores en Rusia, así como de la producción de Mijaíl Fokine para el Ballet Ruso de París (1910). El famoso poema narrativo de Byron El Corsario inspiró varios ballets, siendo el de Joseph Mazilier el más importante (1856). El escenario de Jules-Henri Vernoy de Saint-Georges era de una calidad superior. Mazilier fue maitre de ballet en la Ópera de París entre 1853 y 1859, los años de su mayor creatividad. Las partes solistas estaban impregnadas de una intensa expresividad dramática y había una espléndida puesta en escena. Pero el gran éxito de la obra se debió sobre todo a la calidad de los principales intérpretes: la bailarina Carolina Rosati (1826-1905) y el mimo Domenico Segarelli (1820-1860). El espectacular final del naufragio fue una hazaña sensacional ideada por el jefe de mecánicos de la Ópera, Victor Sacre, y su obra cumbre.

La partitura de Adam -sistemáticamente rica en inspiración melódica, atractiva en las danzas de conjunto, imaginativa en las numerosas secuencias de mimo prolongadas y más ricamente sinfónica que nunca antes en su obra- alcanzó una cumbre de inspiración en esta última música que escribió para el escenario. El ballet de Mazilier ganó popularidad en todo el mundo y se convirtió en el favorito de las principales bailarinas durante décadas. Marius Petipa produjo su propia versión en San Petersburgo en 1868, con música adicional de Cesare Pugni y Leo Delibes. En 1899, Petipa reestrenó el ballet para el Teatro Maryinsky de San Petersburgo, esta vez completamente coreografiado para Pierina Legnani, con música adicional de Riccardo Drigo. Las representaciones en la URSS y en la Rusia contemporánea derivan de esta versión. La música de Drigo para el espectacular pas de deux del segundo acto sigue representándose en todo el mundo como pieza independiente.