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Amazing Love (Pack of 25)
Una Pascua, mientras leía la historia de la crucifixión, pasé varias horas deliberando sobre las palabras de Cristo cuando gritó angustiado desde la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ".
La idea de que el Padre permitiera que su Hijo sufriera la tortura de la crucifixión me supera: la humillación de la desnudez, el dolor abrasador, el olor a sangre y sudor, la agonía de las lágrimas, el escupitajo de los soldados borrachos, el desprecio de una muchedumbre que reía y se mofaba.
Cuando la multitud disminuyó y los cobardes se refugiaron de la tormenta, Jesús se quedó solo. Mientras las lágrimas se mezclaban con la sangre en su maltrecho rostro, clamó a su Padre, aquel que no le había dado la espalda ni una sola vez en toda la eternidad. La respuesta fue un silencio frío e inmóvil.
En esos horribles momentos Dios mismo derramó
El juicio por nuestros pecados sobre Jesús. Todos.
Pecado imaginable: lujuria y mentira, engaño y codicia, asesinato e hipocresía, crueldad y engaño. Por supuesto, Cristo nunca había sido culpable de ninguno de esos pecados. Pero nosotros sí. Y cada uno de tus pecados y los míos fueron acumulados en su cuenta allí mismo en esa cruz. Como el profeta testificó:
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores....
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
Todos nosotros nos hemos descarriado como ovejas;
Cada uno se apartó por su camino, y el Señor cargó sobre él el pecado de todos nosotros. (Isaías 53:4-6)
Entonces, ¿dónde estaba la bondad de Dios al tratar así a Cristo?
¿Dónde estaba la bondad del Padre al dar la espalda a su único Hijo mientras Jesús gritaba de horror y dolor?
En aquel terrible y maravilloso día, la bondad y la amabilidad de Dios se dirigieron hacia ti. Dios abandonó a su propio Hijo para no tener que abandonarte nunca a ti. Y debido a esas horas oscuras de hace dos mil años, Dios puede decirnos a ti y a mí,.
"Nunca te dejaré. Nunca te abandonaré".
Mientras reflexionaba sobre ese asombroso pensamiento, me sentí avergonzado. La bondad de Dios me estaba llevando al arrepentimiento. Pensar que la ira de Dios por mis pecados se derramó sobre Cristo... ¡y que no le queda ira para conmigo!
¿Sabes lo que me dan ganas de hacer? Alabarlo. Agradecerle. Honrarlo. Obedecerle con todo mi corazón, alma y mente.
A diferencia de Cristo, yo nunca tendré que agonizar por la separación de mi Padre. Y tú tampoco. Dios derramó toda la medida de su ira -los terrores del infierno eterno- sobre su propio Hijo para que tú y yo pudiéramos ser adoptados en su misma familia. Eso es lo mucho que te ama. Y a mí.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)