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El libro «Yo soy la verdad» de Michel Henry es una profunda exploración de la filosofía cristiana a través de una lente fenomenológica. Desafía a los lectores a reconocer las verdades profundas y transformadoras del cristianismo percibidas a través del pensamiento filosófico. La estructura de la obra está organizada en tres partes, centradas en la fenomenología, la trascendencia y la ética, lo que la hace accesible e intelectualmente gratificante para quienes estén dispuestos a dedicarse a ella. Sin embargo, el texto puede suponer un reto para los lectores no familiarizados con los conceptos filosóficos.
Ventajas:⬤ Profundamente transformador y profundamente perspicaz sobre las verdades cristianas.
⬤ Tratamiento autorizado de la Cristología y la Fenomenología.
⬤ Lenguaje accesible para los lectores, a pesar del trasfondo filosófico.
⬤ Amplios intereses y conexiones con la filosofía moderna, el hegelismo y el marxismo.
⬤ Perspectivas refrescantes sobre el Nuevo Testamento y críticas a las visiones tradicionales del cristianismo.
⬤ Atractivo y que invita a la reflexión, por lo que es adecuado para un estudio cuidadoso.
⬤ Puede ser difícil y denso, por lo que requiere una lectura cuidadosa.
⬤ Algunos lectores pueden tener dificultades con la jerga filosófica.
⬤ La complejidad de los temas puede no resultar atractiva para lectores ocasionales sin formación filosófica.
(basado en 7 opiniones de lectores)
I Am the Truth: Toward a Philosophy of Christianity
Este libro, que forma parte del «retorno a la religión» ahora evidente en la filosofía europea, representa la culminación de la carrera de un destacado pensador fenomenológico cuyas obras anteriores trazan una trayectoria desde Marx a través de una genealogía del psicoanálisis que interpreta el «pienso, existo» de Descartes como «me siento pensando, existo».
En este libro, Henry no se pregunta si el cristianismo es «verdadero» o «falso». Más bien, lo que se cuestiona aquí es qué considera el cristianismo como verdad, qué tipo de verdad ofrece a las personas, qué se esfuerza por comunicarles, no como una verdad teórica e indiferente, sino como la verdad esencial que por alguna misteriosa afinidad les conviene, hasta el punto de que sólo ella es capaz de asegurarles la salvación. En el proceso, Henry argumenta inevitablemente contra el concepto de verdad que domina el pensamiento moderno y determina, en sus múltiples implicaciones, el mundo en que vivimos.
Henry sostiene que Cristo deshace «la verdad del mundo», que es un acceso a la infinitud del amor propio, a una subjetividad radical que no admite exterior, a la inmanencia de la vida afectiva que se encuentra más allá de la desesperación fatalmente unida a todo pensamiento objetivador. El Reino de Dios se realiza en el aquí y ahora a través del amor de Cristo en lo que Henry llama «la autoafección de la Vida». En esta condición, argumenta, se resuelven todos los problemas de carencia, ambivalencia y falsa proyección.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)