Woodstock y Altamont: Los festivales de música que definieron la década de 1960

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Título original:

Woodstock and Altamont: The music festivals that defined the 1960s

Contenido del libro:

Publicado con motivo del 50 aniversario de estos festivales, Brian Ireland revisa los acontecimientos, haciendo balance de su importancia histórica, y para constatar su influencia no sólo en la cultura popular y la sociedad, sino como parte de una nueva cultura musical que se desarrolló a finales de la década de 1960 y que vio a jóvenes de ideas afines implicarse en múltiples cuestiones relacionadas con los derechos, como el servicio militar obligatorio, la libertad de expresión, los derechos civiles, la igualdad de género, el consumo de drogas, la espiritualidad, el capitalismo e incluso la revolución. Explora la organización, promoción y desarrollo de los festivales, así como su impacto inmediato y duradero.

El libro trata también de la década de 1960, en particular de los cambios políticos, sociales y culturales que sirvieron de contexto a estos festivales. Un catalizador de estos cambios fue el "baby boom" que proporcionó los "soldados rasos" tanto para la guerra de Vietnam como para la contracultura que se opuso a ella. También proporcionó el público para festivales de música como el Newport Folk Festival, que se repetía cada año, y para acontecimientos puntuales como el Monterey de 1967 y, por supuesto, los Woodstock y Altamont de 1969.

El activismo de esta joven generación, la "Nueva Izquierda", se fijó en los valores estadounidenses de libertad y democracia, pero los vio socavados por el consumismo desenfrenado, los asesinatos políticos y los horrores de la guerra de Vietnam. Todo esto se explora tras el telón de fondo de los festivales de música para formar una amplia agenda social de cambio que, en la época de Woodstock, transformó la forma en que los estadounidenses se veían a sí mismos y a su sociedad.

El Festival Libre de Altamont Speedway se celebró unos meses más tarde. Pretendía ser un "Woodstock West", pero se recuerda como la antítesis de Woodstock, sobre todo por la violencia que se desató y, en especial, por la trágica muerte de Meredith Hunter, asesinada por los Hells Angels contratados para garantizar la seguridad del festival.

Country Joe McDonald, uno de los artistas más destacados de Woodstock, resume el recuerdo popular de ambos festivales: "Woodstock y Altamont parecen los finales de libro del gran experimento social de finales de los sesenta". El primero parece la prueba de que el idealismo hippie sobre la paz y el amor era posible; Altamont, sin embargo, parece reflejar el lado oscuro del sueño hippie, la otra cara de la moneda que tiene el rostro de Charles Manson.