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El libro «The Volunteer» (El voluntario), de Michael Ross, ofrece un relato cautivador y sincero de su paso de soldado canadiense a agente del Mossad. Capta los retos emocionales y psicológicos de vivir una vida encubierta, al tiempo que ofrece una visión de la comunidad militar y de inteligencia israelí.
Ventajas:La redacción es clara y amena, lo que hace que los temas complejos resulten accesibles. Ofrece una valiosa perspectiva de la vida de un agente del Mossad, detallando tanto el desgaste emocional como los aspectos intrigantes del espionaje. El libro es recomendable por su perspectiva humana, que suaviza la típica visión romántica de la vida de los espías.
Desventajas:Algunos capítulos pueden parecer lentos o interminables, y aunque hay revelaciones fascinantes, ciertos temas sólo se insinúan en lugar de explorarse a fondo. Además, algunos consideran que el autor apoya en exceso las acciones israelíes, sobre todo en relación con Hamás, lo que puede no ser del agrado de todos los lectores.
(basado en 8 opiniones de lectores)
Volunteer
La fascinante historia de un canadiense que sirve como oficial superior en el legendario Mossad de Israel.
En 1982, un joven Michael Ross se une a la legión de veinteañeros canadienses que viajan de mochileros por Europa. Por casualidad, acaba trabajando en un kibbutz en Israel, donde se enamora de la tierra y de su historia milenaria. Se sumerge en la cultura israelí, se convierte al judaísmo y adopta como propia la lucha por la supervivencia de su nuevo país, alistándose en las Fuerzas de Defensa de Israel y, finalmente, en la unidad de operaciones encubiertas de élite más famosa del Mossad, Caesaria.
Durante siete años y medio, Ross trabajó como agente encubierto, un espía clásico. En The Volunteer, describe su papel en misiones para frustrar los intentos de Siria, Libia e Irán de adquirir tecnología armamentística avanzada. Habla de su participación en la captura de tres altos cargos de Al Qaeda que planearon los atentados de 1998 contra las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania; de una operación conjunta del Mossad y el FBI que descubrió a un alto terrorista de Hezbolá afincado en Estados Unidos; de una misión en Sudáfrica en la que interceptó a agentes iraníes que pretendían ampliar el arsenal militar de su país; y de dos años y medio como oficial de enlace antiterrorista del Mossad con la CIA y el FBI.
Muchas de las operaciones que Ross describe nunca antes habían sido reveladas al público.
Mi primer encuentro cara a cara con la entidad que el mundo conoce ahora como Al Qaeda comenzó el viernes 7 de agosto de 1998, el día en que el grupo detonó camiones bomba frente a las embajadas de Estados Unidos en Nairobi (Kenia) y Dar es Salaam (Tanzania), matando a 291 inocentes, entre ellos 12 ciudadanos estadounidenses, e hiriendo a más de 4.500 transeúntes africanos. El 7 de agosto estaba en mi casa de Israel, disfrutando de un día libre poco frecuente, pero poco después de las explosiones sonó mi busca. Era una petición urgente para llamar al centro de comunicaciones 24/7 del Mossad. Me registré por teléfono y corrí al cuartel general en mi pequeño Renault, subiendo dos tramos de escaleras hasta el departamento de contraterrorismo.
Allí encontré a Etti, un analista de la rama "Yihad Mundial" (conocida informalmente como el departamento de los "horribles Ahmeds") y a algunos otros estudiando el tráfico de cables de nuestra estación de enlace en Nairobi. Me di cuenta de que Etti tenía un cigarrillo encendido, a pesar de la política de no fumar del cuartel general. Me saludó con su habitual retahíla de obscenidades casuales y me entregó una pila de informes que me ponían al día.
-- Del Voluntario.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)