Una vida no es suficiente

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Título original:

One Lifetime Is Not Enough

Contenido del libro:

Coy vivía con determinación y concentración, con la abrumadora misión de completar cualquier cosa que le empujara más allá de su zona de confort. Había entrado discretamente en la Cabaña de la Pequeña Mora y ahora permanecía en silencio en el centro de la pequeña zona de la cocina, conociendo instintivamente por experiencias pasadas el camino a su destino incluso en la sombra de la oscuridad. Sin embargo, incluso con la familiaridad en la mano, todavía estaba lleno de consternación y contemplación. Su aguda conciencia de sí mismo le confirmó que no tenía ni idea de lo que hacía ni de por qué lo hacía. Su mente inquieta y su exuberancia juvenil no podían ni querían detenerse.

Coy se sentía irreverente, como uno de esos monaguillos que acaban de fumarse un porro en el retrete. No obstante, continuó avanzando por la cocina hasta la zona del dormitorio, dirigiéndose directamente al lugar donde estaba escondido el libro de memorias del anciano. Su presunción innata le decía que debía de haberlo dejado allí y lo había escondido lo bastante bien como para encontrarlo. Tiró de la cadena de la lámpara y encendió la escasa luz mientras se agachaba y cogía el libro con cuidado, sabiendo que merecía ser tratado como una posesión preciada que seguramente resistiría el paso del tiempo.

Coy desenvolvió con cuidado la cinta de atar del libro, que impedía que se desparramaran las páginas bien gastadas y las notas sueltas, y se sentó en el borde de la cama, cerca de la mesilla. Abrió el libro, lo dejó sobre su regazo y decidió dejar que Dios eligiera dónde y qué iba a leer ese día. Después de un breve momento, empezó a hojear enérgicamente las páginas y notas del atesorado libro de misterio, a la caza de pistas y quizá de perlas imprevistas. Dejó que sus dedos, sus ojos y su mente se dirigieran a las páginas predestinadas que Dios quería que leyera. Hojeó las primeras páginas conocidas y llegó aproximadamente a la tercera parte del libro. El dedo índice que lo guiaba se detuvo, y él hizo una pausa para susurrar una oración necesaria. Sentía una punzada de culpabilidad, como si Jesús se hubiera ensañado con él. La oración calmó su mente. Siguió examinando reflexivamente las palabras escritas por un hombre mayor y meditó y deseó apasionadamente conocer el dónde, el cuándo y el cómo de los momentos de la vida en que se habrían escrito las palabras atemporales tan bien transitadas.

Coy dejaba de leer de vez en cuando para mirar hacia arriba y a su alrededor mientras se esforzaba por oír algo oculto en el silencio. Escuchaba atentamente y miraba a su alrededor en busca de cualquier ruido, persona o cosa, como si alguien o algo más quisiera estar en su espacio.