Una oración penitencial

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Título original:

A Penitential Prayer

Contenido del libro:

Se han escrito muchos libros sobre el Holocausto. Pocos han utilizado la poesía para explorar las vidas de quienes lo padecieron. Desde las primeras incursiones contra los judíos, entre otros, hasta los campos de exterminio finales, con sus cámaras de gas, hornos y chimeneas, estos poemas cuentan historias humanas sobre personas presas de perversas ironías: ¿Cómo puede un soldado cuyo trabajo consiste en fusilar judíos escribir cartas tan cariñosas a su familia? ¿Cómo puede un guardia que carga trenes hacia los campos de exterminio pensar con tanta alegría en la chica que le espera? ¿Cómo es posible que un niño que ayuda a enterrar cadáveres se vea obligado a cantar una canción tan dulce? ¿Cómo pudo celebrarse a un gran poeta en un lugar donde se quemó a millones de personas? Estos poemas no pretenden explicar el Holocausto. Abordan cuestiones horribles sobre la naturaleza de los seres humanos atrapados en la matanza organizada de seis millones de personas "despreciadas".

Los nazis declararon que la tierra bajo su control debía ser limpiada de judíos y otros "indeseables". Antes de que los detuvieran, seis millones de personas o más fueron separadas de sus familias, sus propiedades, sus medios de vida; sometidas a humillaciones, brutalidad, torturas, y asesinadas a golpes, balas, gas venenoso. Seis millones. Este libro está dedicado a ellos.

La valiente escritura de Gerald George muestra las vidas destrozadas atrapadas en el Holocausto con imágenes vívidas y audaces. Sorprendente y espantoso a la vez, este libro tiene un peso en sus páginas que exige una fuerza interior sólo para levantarlo y leerlo. Sin embargo, una vez absorbido el primer poema, se requiere el mismo esfuerzo para dejarlo hasta el final.

-Les Simon, autor y poeta.

En Una oración penitencial, el poeta Gerald George se enfrenta al interminable patetismo del Holocausto, desde el desconcierto de las primeras víctimas inocentes, pasando por los vagones de ferrocarril repletos que las transportaban en un viaje sin retorno, hasta el hambre, el hedor y la enfermedad de los propios campos, en los que uno se despierta cada mañana con los recién muertos, la crueldad de los guardias, para quienes la culata de un fusil en la cabeza se ha convertido en rutina; todo esto lo presenta George en un lenguaje directo y sin adornos, sin levantar la voz ni una sola vez para denunciar o condenar, consciente sin duda de que una expresión tan abstracta probablemente no estaría a la altura de su tarea; su tarea la cumple admirablemente, dejando que lo indecible hable por sí mismo.

-Herbert Greenberg, catedrático emérito de inglés.

Universidad Estatal de Michigan.