Testigo de la oscuridad: testimonio de supervivencia

Opiniones de los lectores

El libro «Testigo de la oscuridad» ofrece un relato desgarrador de la supervivencia durante el Holocausto, detallando las experiencias de Wolf y su familia en los campos de concentración y durante su transporte. Aunque ofrece una narración profundamente conmovedora que pone de relieve la resistencia del espíritu humano en medio del sufrimiento extremo, la descripción gráfica del horror puede resultar intensa.

La historia es cautivadora y poderosa, y muestra la milagrosa supervivencia del autor y su familia. Ofrece un retrato sincero del Holocausto y subraya la importancia de recordar esta tragedia histórica.

El libro puede ser una lectura agotadora debido a sus detalles intensos y truculentos, que pueden resultar perturbadores para algunos lectores.

(basado en 3 opiniones de lectores)

Título original:

Witness to the Dark: A Testimony of Survival

Contenido del libro:

La supervisora de las SS miró con severidad los rostros estoicos de los prisioneros que la rodeaban. Levantó el portapapeles y empezó a pronunciar los primeros nombres, su voz aguda sonaba extrañamente hueca en el aire frío y húmedo.

... Observé una bandada de pájaros blancos que volaban en círculos. Agitaban las alas, giraban y se lanzaban en picado, luego se elevaban en el aire y volaban hacia la libertad...

Con nostalgia, me quedé mirándolos.

Wolf Holles nació en Núremberg (Alemania) en 1931. Sus padres, conscientes de que la Alemania de Hitler no sería lugar para los judíos, trasladaron a la familia a Holanda.

Allí Wolf disfrutó de una infancia idílica, hasta que Holanda tampoco fue un lugar seguro para los judíos y comenzó la pesadilla. A través de la ocupación alemana, la deportación a Westerbork y luego a Bergen-Belsen, un viaje en el famoso Tren Perdido y la liberación final, estas inquietantes memorias trazan una vida vivida a la sombra de los acontecimientos más dramáticos del siglo XX. A medida que se acercaba el final de la Segunda Guerra Mundial, en muchos campos de concentración nazis se hicieron esfuerzos por destruir los registros y asesinar a los prisioneros restantes o trasladarlos a otro lugar.

Esto respondía a las instrucciones de las SS de que no se encontrara ningún prisionero cuando llegaran las tropas aliadas. Las «marchas de la muerte» son tristemente célebres, pero menos conocido es que también hubo muchos traslados en tren. Estos transportes se realizaban con frecuencia desde dentro de los propios campos.

A principios de abril de 1945, cuando los ejércitos aliados cruzaron el Rin y empezaron a penetrar en el centro de Alemania, tres trenes salieron de Bergen-Belsen. Uno llegó a su destino en Theresienstadt.

El segundo fue liberado por los estadounidenses en un pueblo cercano a Farsleben, en Alemania. El último de los tres transportes, en el que íbamos nosotros, fue el último tren que salió de Bergen-Belsen. Nunca llegó a su destino.

En nuestro tren viajaban unos dos mil quinientos judíos -hombres, mujeres y niños- y un grupo de guardias armados de las SS.

Nos metieron a todos en cuarenta y cinco vagones. Algunos eran vagones de pasajeros y otros eran los típicos vagones de carga anticuados llamados «cuarenta y ocho», lo que significaba que en estos vagones cabían cuarenta hombres u ocho caballos. Yo tenía trece años cuando subí con mi madre y mis dos hermanos a este tren.

Los guardias armados de las SS, que caminaban a grandes zancadas por el andén, no dejaban de hacer señas a los prisioneros para que se movieran, gritando por encima del ruido de los motores de los camiones: «¡Vorwärts! ¡Schneller! ¡Muévanse! ¡Más rápido! ¡Muévanse! ¡Muévanse! « La pregunta en boca de todos era «¿A dónde vamos? »