Te merecías un padre mejor (2ª ed.): La buena crianza requiere un plan

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Título original:

You Deserved a Better Father (2nd Ed): Good Parenting Takes a Plan

Contenido del libro:

Este libro trata de la paternidad intencionada y otras lecciones que el autor aprendió a través de la pérdida de su primogénito. Está dirigido especialmente a los padres que creen que los retazos de tiempo que les sobran serán suficientes para sus propios hijos.

"Este libro es una 'lectura obligada' para cualquiera que tenga hijos y una vocación exigente", dice el Dr. Gary Chapman. "Provocará risas, lágrimas y esperanza. Lo recomiendo encarecidamente".

Su razón para escribir este libro es ayudar a los padres de "carril rápido" a entender que el reloj de Dios y las necesidades de sus hijos no corren necesariamente en la misma secuencia temporal. O estás ahí, con ellos, o no estás. A pesar de lo que pueda pensar sobre lo indispensable que es para su trabajo, sus clientes o incluso, en el caso del Dr. Brandt, sus pacientes, sus hijos le necesitan y le merecen... AHORA.

Seguro que no quiere encontrarse en la siguiente situación, de la que procede el título del libro, mientras el Dr. Brandt tiene sus últimas palabras con su hijo de ocho años, que yace ante él en un ataúd:

"Lo siento mucho, Robbie", le dije. "Mi corazón se rompe Robb, amigo. Sabes lo mucho que te quiero y lo increíblemente que te voy a echar de menos".

Quería agacharme y rodearle con mis brazos. Le toqué el brazo. Frío y rígido. Quería recordarlo cálido, vivaz y casi nunca quieto.

"Hemos pasado muchos buenos momentos, amigo. Grandes momentos", continué. "Construyendo casas en los árboles, jugando al whiffle ball, pescando en Pine Lake, y nuestros grandes viajes de acampada.

"Pero lamento todas esas veces en las que mi apretada e impredecible agenda te robó un partido de béisbol o una acampada. Siempre parecías tan decepcionado y dolido. Debería haber sabido que tenía que planificar mejor nuestros momentos en familia. Y cómo me arrepiento de todas esas veces de 'rápido, me tengo que ir, divirtámonos rápido'".

Mi amigo caído yacía en silencio y quieto, mientras punzadas de culpa me estremecían.

"Te merecías algo mejor, Robb. Un padre mejor", le dije. Y esas fueron mis últimas palabras a mi primogénito.