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Esta colección toma su nombre de un "swale", un canal poco profundo utilizado para dirigir el flujo del agua de lluvia. Del mismo modo, Swale mira hacia el exterior, hacia el mundo natural, y dirige su mirada hacia el interior, hacia el paisaje de la mente. El pasado presiona como una niebla espesa: los barcos coloniales saqueadores y los bordes resquebrajados del imperio coinciden con escenas contemporáneas y erosiones y fracasos personales. Junto a los humanos hay animales vivos y extintos: manatíes, tortugas marinas y ballenas.
Osos, caballos y corderos errantes.
Y el dodo no volador y la vaca marina de Steller, desaparecidos hace siglos. ¿Qué ocurre cuando la mente eclipsa lo que ve el cuerpo y no se puede confiar en ninguno de los dos, cuando las demarcaciones entre la tierra y el agua se desdibujan y el sentido de uno mismo empieza a retroceder?
Swale se interroga sobre la violencia del colonialismo y sus reverberaciones a lo largo del tiempo, así como sobre la extinción y el rápido declive de las especies animales. Swale habla de ciencia, relicarios y lapislázuli, atravesando bosques, paisajes marinos y praderas. Aquí, el océano se convierte en un campo, un tapiz medieval se transforma en un espacio en el que se puede entrar, y el cuerpo es descarnado, atravesado por la luz. En última instancia, el hablante de estos poemas no está fijado, lo que conlleva tanto una posibilidad imaginativa como un desasimiento personal. En los poemas en los que el yo interior aparece y desaparece bajo distintas apariencias -desde la perpetuamente desorientada Alicia hasta las voces divergentes del cordero esquilado y el sabueso depredador-, una inquietante ansiedad se hace más cruda, junto con el deseo de reparación.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)