Puntuación:
El libro ofrece una exploración innovadora de la psique, examinando específicamente el superego, la culpa y su relevancia para la psicopatología moderna. El libro tiende un puente eficaz entre el psicoanálisis y la ética, proporcionando valiosas ideas para los profesionales y las personas interesadas en el bienestar emocional.
Ventajas:⬤ Contenido claro y esclarecedor
⬤ proporciona una comprensión significativa del superyó y la culpa
⬤ valioso para el trabajo clínico
⬤ tiende un puente entre el psicoanálisis y la ética
⬤ ofrece un relato exhaustivo de la contribución del psicoanálisis al desarrollo moral.
No es fácilmente accesible para quienes no tienen formación en psicoanálisis; puede requerir un esfuerzo para captar plenamente los conceptos presentados.
(basado en 3 opiniones de lectores)
Still Small Voice - Psychoanalytic Reflections on Guilt and Conscience
Mientras que el propio Freud consideraba la conciencia como una de las funciones del superego, en The Still Small Voice: Reflexiones psicoanalíticas sobre la culpa y la conciencia, Carveth sostiene que el superego y la conciencia son funciones mentales distintas y que, por lo tanto, es necesario añadir una cuarta estructura mental, la conciencia, a la teoría estructural psicoanalítica de la mente. Afirma que, si bien tanto la conciencia como el superego se originan en la llamada fase preedípica del desarrollo del lactante y el niño, se componen de identificaciones opuestas y a menudo conflictivas. El objeto primario, que en la mayoría de los casos sigue siendo la madre, se experimenta inevitablemente, por un lado, como nutritivo y tranquilizador y, por otro, como frustrante y perseguidor. La conciencia se forma en identificación con la criadora; el superyó, en identificación con el agresor. Existe un principio de reciprocidad en la psique humana: por el amor recibido se busca devolver amor; por el odio, odio (la ley del talión).
Al igual que Franz Alexander y Sandor Ferenczi antes que él, Carveth considera la tarea terapéutica como la desautorización del superyó. Pero, a diferencia de sus antepasados, no propone su sustitución por el yo racional, ya que, en su opinión, la racionalidad no puede servir como fuente de valores. Siguiendo a Jean-Jacques Rousseau, encuentra las raíces de la moralidad no en la razón sino en el sentimiento, en la identificación simpática o "piedad". Con Pascal, sostiene que "el corazón tiene razones que la razón no puede conocer". Esas "razones del corazón" constituyen el núcleo de la conciencia. A diferencia de los tormentos infligidos por el superego demoníaco, que se limita a utilizar la transgresión como excusa para hacer lo que quiere -castigar y atormentar al ego-, la conciencia, lo que Winnicott denominó "la capacidad de preocupación", se siente verdaderamente perturbada por los fracasos en el amor. El autor afirma que debemos enfrentarnos a nuestra mala conciencia, reconocer y soportar la culpa genuina (depresiva) y, mediante la contrición, el arrepentimiento y la reparación, llegar a aceptar la reconciliación y el perdón, o vernos obligados a sufrir los tormentos de los condenados: la culpa persecutoria infligida por el sádico perseguidor y saboteador interno, el superego.
El autor opina que, en la historia de la humanidad, el daño causado por los psicópatas impulsados por el yo no es nada comparado con el causado por los ideólogos impulsados por el superyó. Freud y el psicoanálisis posterior han blanqueado en gran medida el superego mientras demonizaban el id, la supuesta "bestia" en el hombre, cuando en realidad los animales rara vez son bestias, al menos no de la forma en que a menudo lo son los humanos. A pesar de ser conscientes de su destructividad en el ámbito clínico, los psicoanalistas han ignorado en gran medida las ideologías de dominación -el sexismo, el racismo, el heterosexismo, el clasismo y el infantilismo- que se interiorizan desde sociedades desmedidas en el superego desmedido. En el penúltimo capítulo, basándose en la obra de Hannah Arendt, Terry Eagleton y otros, Carveth revisa críticamente los conceptos de psicopatía y maldad. En el último capítulo, aboga por un enfoque desmitologizador, deliteralizador o deconstructivo de la Biblia como metáfora, pero que escapa a la derogación de Freud de este enfoque al reconocer, con Hegel en su versión más honesta, que su resultado es una ética humanista que ya no debe equipararse a la religión.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)