Soy cristiano: Relatos auténticos del martirio y la persecución de cristianos a partir de fuentes antiguas

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Título original:

I Am a Christian: Authentic Accounts of Christian Martyrdom and Persecution from the Ancient Sources

Contenido del libro:

«Jesús nunca existió».

«La Biblia es un libro de cuentos de hadas».

«Los relatos de la persecución cristiana son fábulas».

Los cristianos de hoy se enfrentan regularmente a acusaciones de este tipo. Estas acusaciones ganan terreno en el mundo moderno porque la persona promedio prácticamente no tiene conocimiento del pasado antiguo de la Iglesia. Soy cristiano: Relatos auténticos del martirio y la persecución de cristianos a partir de las fuentes antiguas pretende remediar esta deficiencia proporcionando una colección de los primeros y más fidedignos relatos de testigos oculares de la antigüedad romana.

Cuando el cristianismo comenzó a extenderse por el mundo romano, surgió una demanda insaciable de literatura relacionada con Cristo, los Apóstoles y los primeros santos. Fascinados por su nueva fe, los catecúmenos querían detalles sobre sus predecesores, que habían sufrido y muerto décadas o siglos antes. Para obtener esta información, se investigaron los registros legales, que los romanos guardaban meticulosamente. En varios casos, se descubrieron las transcripciones de los juicios reales de los mártires y se incluyeron entre las actas escritas y los hechos de los santos. Este tipo de documentos constituye el núcleo de este libro.

Las obras reunidas en este pequeño libro son especialmente valiosas porque son supervivientes. Durante la última gran persecución romana, a principios del siglo IV d.C., el emperador Diocleciano decretó que se quemara toda la literatura cristiana: las Sagradas Escrituras, las obras teológicas, las vidas de los santos, todo. Lo que nos queda son las relativamente pocas obras antiguas que escaparon a las garras del perseguidor. Entre ellas se encuentran numerosas obras oscuras pero fascinantes que incluso los cristianos más informados conocen poco, como la Apología y los Hechos de Apolonio, la pasión de San Saturnino, los poemas de Prudencio, los epitafios de Dámaso y muchas, muchas otras.

En conjunto, estas obras forman un glorioso registro del celo y la fortaleza de los primeros cristianos frente a la agresiva persecución estatal. Al leerlos, uno se da cuenta de un estribillo común: al ser interrogado, el acusado gritaba: «Soy cristiano», que equivalía a decir: “Soy culpable de los cargos”. En una época en la que tal admisión conllevaba una condena a muerte, estos testimonios auténticos ofrecen una respuesta convincente a los escépticos modernos, que los encontrarán tan desconcertantes como los antiguos emperadores, procónsules y magistrados romanos de hace casi dos milenios.