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On the Pleasure Principle in Culture: Illusions Without Owners
Para muchas ilusiones es fácil encontrar dueños: personas que declaran con orgullo creer en cosas como la vida después de la muerte, la razón humana o la autorregulación de los mercados financieros. Sin embargo, también hay diferentes tipos de ilusiones, por ejemplo, en el arte: la pintura trampantojo complace a sus observadores con "ilusiones anónimas", ilusiones en las que no está del todo claro a quién hay que engañar.
Las ilusiones anónimas ofrecen un principio de placer universal dentro de la cultura. Están presentes en los juegos, los deportes, el diseño, el erotismo, los modales, el encanto, la belleza, etcétera. Sin embargo, parece que este principio de placer se malinterpreta cada vez más. Los orgullosos propietarios de ciertas ilusiones ya no son capaces de reconocer que también obedecen a ilusiones anónimas. Como consecuencia, confunden a otros felices y educados con idiotas ingenuos o "salvajes", poseedores de ilusiones estúpidas cuya felicidad es una intrusión obscena en la vida de criaturas más racionales.
El reconocimiento erróneo de las ilusiones anónimas se convierte así en un cimiento ideológico crucial de la política neoliberal contemporánea. El odio a la felicidad del otro conduce a la destrucción de la esfera pública y a un Estado que, en lugar de fomentar y estimular las capacidades de sus ciudadanos, los interpela como víctimas y se limita a proporcionar medidas "protectoras" o represivas dirigidas contra ellos.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)