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No Place for Russia: European Security Institutions Since 1989
La visión optimista de una "Europa entera y libre" tras la caída del Muro de Berlín en 1989 ha dado paso a la desilusión, la amargura y la renovada hostilidad entre Rusia y Occidente. En No hay sitio para Rusia, William H.
Hill recorre el desarrollo del orden de seguridad europeo posterior a la guerra fría para explicar las tensiones actuales, mostrando cómo los intentos de integrar a Rusia en un orden de seguridad euroatlántico unificado se vieron gradualmente eclipsados por el dominio de la OTAN y la UE, a expensas de Rusia. Hill sostiene que la redivisión de Europa ha sido en gran medida involuntaria y no el resultado de una única decisión o acción. Por el contrario, la situación actual es el resultado acumulativo de muchas decisiones -razonablemente tomadas en su momento- que gradualmente produjeron la actual arquitectura de seguridad y condujeron a la desconfianza mutua.
Hill analiza la decisión de Estados Unidos de permanecer en Europa tras la guerra fría, la aparición de Alemania como gran potencia en el continente y la transformación de Rusia en un Estado-nación, otorgando un gran peso a la evolución de la OTAN desde una alianza dedicada principalmente a la defensa territorial colectiva estática hasta una organización de seguridad con ambiciones y capacidades globales. Como colofón a la anexión rusa de Crimea y a la guerra en el este de Ucrania, No hay lugar para Rusia sostiene que el orden de seguridad europeo posterior a la Guerra Fría ha quedado irrevocablemente destrozado, para ser sustituido por un orden nuevo y aún por definir.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)