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Saving the Light at Chartres: How the Great Cathedral and Its Stained-Glass Treasures Were Rescued During World War II
La catedral de Chartres, construida hacia 1200 y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, atrae a más de un millón de visitantes y peregrinos cada año y es una de las joyas de la corona del arte y la arquitectura mundial. La catedral evitó el saqueo y la destrucción durante el fervor antirreligioso de la Revolución Francesa, y el hecho de que la catedral y sus preciadas vidrieras de incalculable valor (actualmente la mayor colección de vidrieras medievales del mundo) sobrevivieran a la Segunda Guerra Mundial, que supuso la destrucción de demasiados tesoros culturales, se debe en gran medida a la actuación de unas pocas personas que reconocieron el valor de la catedral y lucharon por salvarla. La historia comienza media década antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando un joven arquitecto francés elaboró un plan para salvar las preciosas vidrieras de la catedral. Cuando la guerra se adueñó de Europa en el otoño de 1939, los franceses estaban preparados y un equipo de arquitectos y futuros líderes de la Resistencia (como Jean Moulin) empaquetaron los paneles en mil cajas. Los entrenaron y los transportaron en camiones a una cantera subterránea mientras los invasores alemanes avanzaban en junio de 1940, asegurando los cristales -con la ayuda de los refugiados que huían de París- poco antes de que los alemanes completaran su conquista. Pero este notable esfuerzo por salvar las vidrieras no es más que el prólogo del núcleo de esta historia: la del coronel estadounidense Welborn Griffith. En agosto de 1944, los estadounidenses habían salido de Normandía y corrían por Francia hacia París y el Sena.
Chartres, a sesenta millas al suroeste de París, se convirtió en un campo de batalla clave. Los bombardeos aliados sobre el aeródromo de Chartres volaron las cubiertas temporales de las ventanas de la catedral, y cuando los estadounidenses llegaron a la ciudad, creyeron que los observadores de artillería o francotiradores alemanes ocupaban las agujas de la catedral. Cuando llegó el coronel Griffith, oficial de operaciones del XX Cuerpo del Tercer Ejército de Patton, la artillería del cuerpo tenía órdenes de destruir la catedral para neutralizar la amenaza alemana. Griffith, tejano y West Pointer de cuarenta y pocos años, se mostró escéptico. Podía haber acatado irreflexivamente la orden de un superior, podía haber enviado a un subordinado a investigar, pero en uno de esos inexplicables momentos de la guerra en los que se pierde el valor, decidió que había que salvar la catedral y fue él mismo, entró en el viejo edificio, inspeccionó los dos campanarios, subió al campanario, tocó la campana y colgó una bandera estadounidense. No encontró alemanes y ordenó a su artillería que no destruyera la catedral. Horas más tarde, mientras patrullaba Chartres y sus suburbios, Griffith fue abatido a tiros a lomos de un tanque, mientras empuñaba una pistola en una mano y un fusil en la otra. Honrado por los ciudadanos franceses a su muerte -que velaron su cuerpo durante la noche hasta que las tropas estadounidenses pudieron recuperarlo-, Griffith recibió por sus acciones la Cruz de Servicios Distinguidos, la Estrella de Plata, el Corazón Púrpura, la Croix de Guerre, la Legión del Mérito y la Legión de Honor.
Cincuenta y un años después, en agosto de 1995, el gran órgano de Chartres tocó el "Star Spangled Banner" en honor de Griffith. En un libro con el espíritu de The Monuments Men, Victor Pollak describe los esfuerzos por salvar la catedral de Chartres. Pero mientras aquella historia se centraba en soldados preparados y entrenados para proteger obras de arte valiosas, este libro sigue en gran parte a un solo soldado, sin experiencia en arte y cultura, que decidió, sobre la marcha, arriesgarse para proteger un hito de la civilización.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)