Rossiiskii konservatizm i reforma, 1907-1914. S predisloviem Marka D. Steinberga

Contenido del libro:

Los conservadores mostraron una profunda insatisfacción con el estado de cosas en Rusia en 1907-1914. La actitud crítica hacia la realidad fue expresada con más fuerza por los partidarios de extrema derecha de la Unión Dubrovinista Panrusa del Pueblo Ruso y con menos fuerza por los simpatizantes relativamente moderados de la Unión Nacional Panrusa. Con el tiempo, el descontento se extendió de la derecha a la izquierda, llegando incluso a los representantes del flanco izquierdo del conservadurismo ruso a principios de la Primera Guerra Mundial. Su estado de ánimo negativo aumentó especialmente tras la muerte de Stolypin, que fue aceptado como símbolo de la reforma conservadora aplicada con «espíritu nacional». Conservadores de diversas tendencias, defensores y detractores de la reforma, se unieron en una evaluación negativa de la incierta situación actual que no satisfacía a ninguno de ellos. La explicación hay que buscarla sobre todo en la actitud de los conservadores hacia la modernización rusa. Aunque el conservadurismo ruso no rechazaba, en principio, la necesidad de adaptarse a las nuevas realidades, a los conservadores les resultaba extremadamente difícil aceptar la variante de modernización socioeconómica y política que estaba teniendo lugar en Rusia en la práctica. La base social del conservadurismo ruso era manifiestamente inadecuada para las nuevas tendencias.

Según los datos estadísticos sobre los diputados de la Tercera y Cuarta Duma, las facciones conservadoras atraían a individuos del grupo etnoconfesional dominante, quienes, al mismo tiempo, debido a la pobreza, el bajo nivel educativo y la conexión con una agricultura estancada, se veían privados de posibilidades reales de éxito en una Rusia que se modernizaba rápidamente. El conservadurismo ruso se había convertido en la expresión política de los intereses de los estratos sociales que estaban perdiendo su influencia y eran los menos adaptados a las nuevas condiciones. Existía otra dimensión de «valor ideológico» en el conflicto entre los conservadores y el statu quo. Los ideales de los conservadores rusos en vísperas de la Primera Guerra Mundial eran abiertamente arcaicos y, en esencia, se presentaban como variaciones de la tristemente célebre tríada de Uvarov «ortodoxia, autocracia, nacionalidad». Al describir su visión de una organización política óptima, asignaban el lugar central a la autocracia, insistían en la necesidad de asegurar la posición dominante de la mayoría rusa y ortodoxa. Sostenían que la agricultura estaba destinada a seguir siendo eternamente la rama clave de la economía nacional. La introducción de instituciones legislativas representativas, el aumento de la influencia económica de algunas minorías nacionales, el rápido crecimiento industrial y los graves problemas de la agricultura contradecían directamente la noción de los conservadores sobre el modelo óptimo para la estructura del Estado.

La modernización política y socioeconómica se veía como un peligro mortal para el antiguo régimen, o incluso como el principio de un Götterdämmerung. En esta situación, los conservadores elaboraron una serie de programas políticos y socioeconómicos que se convirtieron en alternativas a las políticas oficiales. Su rechazo dio lugar a una oleada de pronósticos sombríos y expectativas escatológicas; el famoso memorándum de Durnovo era sólo un ejemplo de documentos que expresaban emociones de este tipo. Los conservadores veían el futuro con pesimismo, y este estado de ánimo pesimista resultó estar justificado por los catastróficos acontecimientos de pocos años. Antes de la Gran Guerra, los conservadores habían dejado de verse a sí mismos como contrafuertes del sistema político ruso. Esta condición, junto con la presión de la izquierda, provocó la rápida e irreversible desintegración del Régimen del 3 de Junio. El statu-quo anterior a 1917 no convenía a socialistas ni a liberales, pero tampoco satisfacía a los conservadores.