Roma se levanta: Camino al Armagedón

Título original:

Rome Rising: Road to Armageddon

Contenido del libro:

A finales de 1942, el mundo sigue sumido en el caos y los combates se suceden en casi todo el mundo. La intensidad de los combates parece aumentar cada día que pasa.

En el Lejano Oriente, los Aliados tienen cada vez más esperanzas de que el plan japonés de dominar la región se esté resquebrajando. Tras el triunfo en la batalla de Midway, Churchill ha liberado al Pacífico submarinos y portaaviones que antes se dedicaban al abastecimiento y a la defensa de la isla perdida de Malta. El efecto añadido fue una victoria tras otra en la región. Como nunca se creyó posible, equipos de generales y almirantes estadounidenses trabajaban codo con codo con sus homólogos británicos para salvar China y hacer retroceder a los japoneses.

Sin embargo, esto contrastaba fuertemente con los reveses que Hitler estaba infligiendo a Stalin. La ciudad portuaria de Sebastopol había caído y otra lucha encarnizada dirigida por el general alemán Erich von Manstein se libraba en los alrededores de Leningrado y en el extremo norte.

En la estepa euroasiática, las divisiones Panzer reconstruidas tras la debacle invernal habían barrido a las tropas de Stalin hasta las puertas de Stalingrado. Ahora parece que la ofensiva rusa alemana de 1942 se ha detenido; sin embargo, las fuerzas marítimas, aéreas y terrestres italianas acababan de capturar con éxito gran parte de la costa rusa del Mar Negro.

Parecía que las cosas mejoraban para Hitler y que Stalin estaba de capa caída. Aunque Stalin estaba furioso con sus comandantes de campo por haber dejado que gran parte de la madre patria se le escapara de las manos, sabía que llegaba el invierno y con él la venganza. Literalmente, millones de tropas soviéticas y miles de tanques y aviones estaban preparados para toda una serie de ataques. Todos estaban respaldados por miles de toneladas de armas y suministros cortesía de Roosevelt y Churchill.

Pero el férreo control de Hitler empezaba a resbalar. En cientos de conversaciones secretas se acumulaban las críticas a medida que crecían las evidencias de brutalidad secreta, excesos e incompetencia del régimen. Los depósitos de combustible estaban casi vacíos, se avecinaba una grave escasez de materias primas, y cada día y cada noche caían más bombas británicas y estadounidenses sobre las fábricas y ciudades alemanas. El bloqueo de los submarinos parecía no tener efecto (no era cierto).

Los entendidos reconocieron la impronta de un liderazgo competente por parte de generales como Heinz Guderian, que incluso había logrado dar un vuelco al ejército italiano. También en este caso las cosas no eran lo que parecían, pues al tiempo que adquirían tecnología y equipos alemanes y capturados, los espías y equipos de salvamento italianos también adquirían información. La información que estos espías acababan de obtener revelaba lo realmente amenazada que estaba la supervivencia de Italia.

Mussolini era muy consciente de que esta información era peligrosa y potencialmente una vía para asegurar el imperio que tanto deseaba; quizás incluso la preeminencia en el campo del Eje. Antes de poder ganar la batalla en las sombras, sus fuerzas debían defender con éxito el Mediterráneo central. Si el almirante alemán Raeder estaba en lo cierto, los Aliados seguramente apostarían todo lo que tenían para recuperar el control y destruir Italia.

Este gran desafío comenzó más rápido de lo que Mussolini hubiera querido. Sabía que incluso si ganaban, probablemente no sería suficiente, pero si perdían nada podría salvarlos...