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Reset the Heart: Unlearning Violence, Relearning Hope
Cuando el movimiento de protesta #BlackLivesMatter estalló en acción dinámica tras la muerte a tiros del joven Michael Brown en el otoño de 2014 en Ferguson, MO, un buen número de líderes clericales y laicos en el gran San Luis se lanzaron a la acción y aprendieron de nuevo lo que se necesitaba para "poner algunos pies a sus oraciones". Sin embargo, mientras continuaban los esfuerzos improvisados para reunir y organizar a las iglesias en torno a la labor duradera de hacer frente a la violencia insidiosa de las injusticias sociales sistémicas en su propio patio trasero, estos líderes religiosos se toparon de frente con un muro conocido pero desconcertante: la incapacidad y la falta de voluntad de sus comunidades religiosas para responder. En muchos casos, la resistencia fue (y sigue siendo) feroz, y recuerda inquietantemente a los enfrentamientos que dividieron a las comunidades religiosas y a sus dirigentes en la época de los derechos civiles de los años sesenta. Si la enseñanza, el aprendizaje y la práctica de la fe de la Iglesia son supuestamente transformadores, ¿dónde estaba esa fe cuando más se necesitaba? Si ha habido una buena formación religiosa -¿o la ha habido? - ¿a qué se deben los signos persistentes de indiferencia, parálisis, apatía, exasperación, resistencia, síntomas de una conciencia moral anestesiada y de una esperanza debilitada ante la omnipresente violencia sociocultural?
La respuesta puede venir de una acusación mordaz: que en una era cultural-religiosa emergente en la que la identidad, la expresión y la experiencia religiosas son cada vez más pluralistas, pero también politizadas, polarizadas y racializadas, las comunidades de fe cristianas -incluso las de convicciones teológicas progresistas- siguen sometidas al cautiverio cultural dominante y moldeadas por estrategias pedagógicas colonizadoras de "desimaginación", de modo que las historias (teologías) y los rituales (prácticas) de la fe se han convertido en obstáculos que anestesian la agencia moral y debilitan la acción valiente en favor de la esperanza y el cambio. Este libro aborda las preocupaciones prácticas anteriores con tres preguntas paradigmáticas: 1. ¿Qué significa educar para la fe en un mundo marcado por la violencia? 2. ¿De qué manera son cómplices las comunidades cristianas de fe en la enseñanza y el aprendizaje de la violencia? 3. 3. ¿Qué prácticas renovadas de fe y liderazgo educativo tienen potencial para desaprender y deshacer la violencia? Una tesis organizadora impulsa la investigación: Pensar y enseñar para resistir a la violencia como cristianos requiere que nuestros corazones se pongan en marcha en un mundo que viola y daña con impunidad. Frente a la "desimaginación" violenta y sus instrumentos que adormecen la conciencia, las comunidades religiosas cristianas se enfrentan al reto de regenerar formas radicales de fe profética y contestataria, cuyas habilidades e instintos deben perfeccionarse deliberadamente.
Esto ocurre a través de formas intencionadas y estratégicas de concienciación pública en aras de la participación y la acción, una acción que avanza hacia la esperanza crítica, insurreccional y resurreccional, y que está alimentada por ella.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)