Pablo Picasso y Dora Maar: Un periodo de conflicto

Título original:

Pablo Picasso and Dora Maar: A Period of Conflict

Contenido del libro:

Aunque Pablo Picasso vio a Dora Maar en un café en enero de 1936, es muy probable que ya se hubiera fijado en ella con anterioridad. Como recuerda Brassaï, fotógrafo húngaro-francés, «fue en Les Deux-Magots donde, un día de otoño de 1935, conoció a Dora.

Un día antes, ya se había fijado en el rostro grave y dibujado de la joven sentada a una mesa cercana, en la mirada atenta de sus ojos claros, de una fijeza a veces inquietante. Cuando Picasso la vio en el mismo café en compañía del poeta surrealista Paul Éluard, que la conocía, el poeta se la presentó a Picasso» (Brassaï, a. k.

a.

Gyula Halász, Conversations with Picasso (University of Chicago Press, 1999)). Teñido de una seductora mezcla de violencia y oscuro erotismo, este primer encuentro ha alcanzado un estatus mítico en la historia de la vida del artista.

Parece una fantasía irreal. Belleza misteriosa y felina, que Man Ray había captado en las fotos que le hizo, compañera de Georges Bataille, Dora era una fotógrafa consumada, próxima a la estética revolucionaria de los surrealistas. Picasso se dirigió a ella en francés, que supuso que era su idioma; ella le contestó en español, que sabía que era el suyo.

Durante la década siguiente, el pintor traduciría no sólo su fascinación por la mujer que le había seducido en el acto, sino también su deseo de escapar de las garras de alguien que, por primera vez, podía aspirar intelectualmente a ser su igual. Dora aparecería en sus obras como un minotauro femenino, una esfinge, una diosa lunar y una musa. Por su intensa sensibilidad artística, sus dotes poéticas y su capacidad para participar en el sufrimiento, estaba especialmente cualificada para hacer resonar los tormentos interiores del propio Picasso durante estos años turbulentos.