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Los mayores misterios siempre han girado en torno a unas pocas palabras de nuestro vocabulario: Dios, Infinito, Espíritu, Vida, Muerte, lo real fundiéndose en lo irracional y lo infinitamente pequeño en lo infinitamente grande.
En los últimos siglos, la ciencia ha disipado nieblas, aclarado misterios y disipado prejuicios. En general, ha llevado las fronteras del conocimiento más allá de lo que, hace muchas lunas, se consideraban los límites de lo concebible. Sin embargo, la ciencia nunca ha podido, ni podrá, ir más allá de los límites físicos impuestos por la ley de los extremos.
Como humanos, nos encontramos condenados a vagar entre un espacio-tiempo dependiente de la velocidad de la luz y el abismo vertiginoso en el que se ciernen las partículas más diminutas de energía cuántica. En resumen, seguimos siendo prisioneros de la materia de la que estamos hechos; es nuestro intransigente amo quien se encarga de que no sobrepasemos los límites establecidos.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)