No puedo arreglarlo, pero sé quién puede

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Título original:

I Can't Fix It But I Know Who Can

Contenido del libro:

La vida es un problema y no podemos arreglarlo. No podemos controlarla.

No podemos entenderla perfectamente. El pasado es a menudo un rompecabezas. El presente es un reto.

Y no podemos planificar el futuro con certeza, porque el futuro tiene demasiados «y si...», incógnitas y variables.

El problema, con P mayúscula, es la vida, simple y llanamente. Enfermedad, muerte, soledad, divorcio, hijos que nos rompen el corazón, amigos y familiares de los que nos distanciamos.

Los retos profesionales, o la falta de carrera ante la pérdida del empleo. Política, guerras, catástrofes naturales, la lista de males terrenales es interminable. Nosotros no podemos arreglarlos, pero sé quién puede.

Este libro aborda cuarenta y nueve situaciones diferentes que he vivido en primera persona o a través de la vida de amigos y familiares. Son meditaciones, una palabra que en hebreo no significa necesariamente contemplación tranquila. Más bien, la raíz de la palabra meditar, hagah, significa a menudo «gemir, pronunciar en voz alta, musitar, y simplemente murmurar»; «rugir»; «gruñir»; «hablar en voz alta»; o en resumen, a menudo «pura lamentación y llamada a Dios».

Cuarenta y nueve reflexiones sobre las penas y cómo encontrar en ellas el amor de Dios. La quincuagésima entrada hace hincapié en el Jubileo.

En el Antiguo Testamento, las directrices para la recién establecida nación judía establecían que cada quincuagésimo año era un tiempo de descanso, renovación y celebración. Y así, la meditación del cincuenta hace precisamente eso: celebra la bondad y la provisión del Señor para su pueblo. Nosotros, los de la Nueva Alianza, la Iglesia, podemos afrontar las pruebas y dificultades de la vida sabiendo que uno de estos días se cumplirá la promesa de Jesús: «Yo hago nuevas todas las cosas» (Apocalipsis 21:5).

En el reino de Cristo habrá jubileo.

Comencemos, pues, el camino de meditar sobre los retos de la vida, sabiendo que no podemos arreglarlo, pero centrándonos siempre en Aquel que sí puede.