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Como él mismo, las columnas de este libro son a menudo de gran corazón, caprichosas y autocríticas. Son retazos de la vida cotidiana observados con agudeza, en mi opinión el mejor regalo que un columnista general puede hacer a sus lectores.
Muchos de ellos, como las crónicas sobre el amor de Rob por los perros, su dudosa suerte con los coches y su desconfianza hacia la tecnología moderna, le harán reír a carcajadas. Algunos, como el conmovedor "Lo que hice en vacaciones de primavera", sobre la visita a la tumba de un amigo de la infancia fallecido hace mucho tiempo y el arrancar hierbajos de la sencilla lápida, pueden incluso hacer que se te pongan los ojos llorosos.
Más que nada, lo que estas columnas representan es un ferviente aprecio por la vida y por la humanidad que todos llevamos dentro.
Ya fuera asesorando amablemente a jóvenes reporteros como redactor en el Capital Gazette, recorriendo las bulliciosas calles de Annapolis y su querido barrio de Eastport en busca de ideas para sus columnas, o enseñando a la próxima generación de periodistas como profesor adjunto en la Universidad de Maryland, Rob se esforzaba constantemente por conectar con los demás y aprender lo que les mueve.
Lo vuelve a hacer en esta deliciosa colección, en la que su amor por contar historias brilla en cada página.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)