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El libro «Los últimos rehenes de Hitler», de Mary M. Lane, se adentra en la compleja historia del arte saqueado por los nazis, centrándose en la obsesión de Hitler por el arte, los robos perpetrados por su régimen y las implicaciones duraderas de estas acciones en la Alemania contemporánea. La narración entrelaza los relatos históricos con las consecuencias actuales, haciendo especial hincapié en la familia Gurlitt y su papel en la actual controversia sobre el arte robado. A pesar de su temática, el libro ha sido elogiado por su exhaustiva investigación y su atractiva redacción.
Ventajas:Bien documentado, meticulosamente detallado y excelentemente escrito, proporciona una poderosa visión de la obsesión de Hitler por el arte y sus más oscuras implicaciones. El libro saca a la luz el complejo legado del arte saqueado y las cuestiones morales contemporáneas en torno a la restitución. Entrelaza con eficacia relatos históricos con implicaciones modernas, por lo que resulta informativo tanto para los aficionados a la historia como para los amantes del arte.
Desventajas:Algunos lectores consideraron que la atención prestada a George Grosz era excesivamente detallada y distraía de la narración principal del arte expoliado. También hay problemas con la organización y la fluidez del libro, que pueden confundir a los lectores. Además, algunas críticas mencionan que la propia lectura del libro por parte del autor le restó valor a la experiencia, y que el libro podría ser demasiado técnico para lectores ocasionales.
(basado en 41 opiniones de lectores)
Hitler's Last Hostages: Looted Art and the Soul of the Third Reich
La obsesión de Adolf Hitler por el arte no sólo alimentó su visión de un Estado nazi purificado, sino que fue el núcleo de su ideología fascista. Sus secuelas perduran hasta nuestros días.
El nazismo ascendió por la fuerza bruta y por la tiranía cultural. La Alemania de Weimar era una sociedad convulsa, y el ascenso de Hitler se logró no sólo mediante el uso del ejército, sino también restringiendo la expresión artística. Hitler, artista él mismo, prometió a los abatidos ciudadanos de la Alemania de posguerra un Reich purificado, depurado de influencias «degeneradas».
Cuando Hitler llegó al poder en 1933, eliminó el llamado arte «degenerado» de la sociedad alemana y promovió a artistas que consideraba la encarnación del «ideal ario». Los artistas que habían producido obras desafiantes y provocadoras huyeron del país. Conservadores y marchantes organizaron sus existencias. Miles de grandes obras de arte desaparecieron, y sólo una pequeña parte de ellas fueron redescubiertas después de la Segunda Guerra Mundial.
En 2013, el gobierno alemán confiscó unas 1.300 obras de Henri Matisse, George Grosz, Claude Monet y otros maestros en el apartamento de Cornelius Gurlitt, el solitario hijo de uno de los principales marchantes de arte de Hitler. Durante dos años, el gobierno mantuvo el descubrimiento en secreto. En Los últimos rehenes de Hitler, Mary M. Lane desvela el destino de esas obras y narra la historia definitiva del arte en el Tercer Reich y de la actual lucha de Alemania por corregir los errores del pasado.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)