Puntuación:
El primer poemario de Shelly Wagner, escrito a raíz de la trágica muerte de su hijo, ofrece una conmovedora exploración del dolor a través de un lenguaje vívido y honesto. La colección resuena en los lectores, especialmente en aquellos que han experimentado la pérdida, proporcionándoles tanto validación como consuelo en su propio dolor.
Ventajas:La poesía es cruda, honesta y profundamente conmovedora, y capta las complicadas emociones que rodean al duelo. Los lectores aprecian las vívidas imágenes y la elocuente expresión del dolor, que lo hacen comprensible para cualquiera que haya perdido a un ser querido. El libro es una valiosa herramienta para el asesoramiento en el duelo y se recomienda a quienes están de luto.
Desventajas:El tema es pesado y puede no gustar a los lectores que busquen una poesía más ligera. Algunas críticas señalan que no es adecuado para quienes prefieren una poesía más abstracta o técnica.
(basado en 6 opiniones de lectores)
The Andrew Poems
En una suave tarde de verano en Virginia, Shelly Wagner empujaba a su hijo de cinco años en un columpio de neumáticos en el patio trasero, pasando las horas entre la cena y la hora de acostarse. Lo dejó sólo un momento, pero cuando regresó Andrew había desaparecido.
Lo encontraron esa misma noche, ahogado en el río que pasa por detrás de su casa. Desde el profundo dolor que le invadió, Wagner empezó a escribir poemas, no como terapia, dice, sino para ver si podía expresar su experiencia de forma más completa que en los libros publicados que había leído. Lo que surgió de la búsqueda de Wagner es un volumen de versos que ha reconfortado e inspirado a miles de padres, pacientes y otros decididos supervivientes.
Estos poemas claros e inquebrantables en los que evoca la vida y la muerte de su hijo de cinco años son conmovedores e inolvidables....
Recordarás a Andrew como si lo hubieras conocido, a este niño encantador. --RUTH STONE Tesoro Sigue mi mano hasta este baúl.
Examina por ti mismo su tesoro. Levanta y lee la pesada tabla de madera, un trozo de madera en el que garabateó su nombre: letras rojas, todo en mayúsculas, la E al revés. En la guardería aprendió a firmar perfectamente sus numerosos dibujos, las joyas de su última voluntad.
Pruébate sus brillantes gafas de sol amarillas. Vea el mundo como él lo veía: claramente lleno de esperanza. Desliza tu mano por la manga de su camisa roja favorita como si fueras a hacerle cosquillas.
Él se reiría. Puede que llores.
Por último, con sumo cuidado, sujeta lo que hizo en la guardería: un molde de escayola blanca de su mano, con los dedos muy separados, como si te estuviera diciendo qué edad tendría cuando muriera.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)