Lo esencial de la oración: Cómo deben rezar los cristianos

Opiniones de los lectores

El libro es una llamada a profundizar en la vida de oración, haciendo hincapié en la importancia de la oración y su aplicación práctica en la vida cotidiana. Ofrece ideas y desafía a los lectores a comprometerse más plenamente en su comunicación con Dios, aunque ha recibido algunas críticas en cuanto a su profundidad teológica, especialmente desde una perspectiva católica.

Muchos lectores consideran que el libro es una guía práctica y poderosa para la oración, con ideas claras sobre la importancia de una vida de oración coherente. Es elogiado por su tono alentador y desafiante, que motiva a los lectores a tomarse en serio la oración. El autor, E.M. Bounds, es reconocido por su condición de clásico y su capacidad para articular con eficacia la necesidad de la oración.

Algunas reseñas destacan que el libro puede carecer de profundidad en su exploración teológica, en particular cuando se mira a través de una lente católica. Los críticos señalan que a menudo simplifica en exceso la oración y no aborda adecuadamente importantes prácticas y doctrinas católicas, lo que lleva a la percepción de una comprensión genérica de la oración.

(basado en 26 opiniones de lectores)

Título original:

The Essentials of Prayer: How Christians Ought to Pray

Contenido del libro:

Edición nueva, actualizada y anotada.

Y el mismo Dios de paz os santifique por completo, para que vuestro espíritu, alma y cuerpo se conserven íntegros sin reprensión para la venida de nuestro Señor Jesucristo (1 Tesalonicenses 5:23).

Los cristianos que oran bien, que hacen que sucedan las cosas más grandes, y que mueven a Dios a hacer grandes cosas, son aquellos que están enteramente entregados a Dios en su oración. Dios quiere, y debe tener, todo lo que hay en nosotros. Debemos ser personas íntegras a través de las cuales Él pueda realizar sus propósitos y planes en relación con nosotros. Dios debe tenernos en su totalidad. Ninguna persona de doble ánimo necesita aplicar. Ninguna persona vacilante puede ser utilizada. Ninguna persona con una lealtad dividida a Dios, al mundo y a sí misma puede hacer la oración que se necesita. La santidad es integridad, y por eso Dios quiere personas santas -de todo corazón y verdaderas- para su servicio y para el trabajo de orar.

Este libro desafía al lector a asegurarse primero de que está preparado para orar, y también muestra a partir de las Escrituras cuándo y cómo debemos orar. E. M. Bounds examina la falta de oración y sus causas, pero también incluye ejemplos de oración contestada para dar esperanza a aquellos que sienten que sus oraciones no están siendo contestadas. Algunos pueden sentirse culpables por su falta e inconsistencia en la oración, pero los cristianos sinceros también se sentirán movidos en su corazón a orar, y a orar bien.

Acerca del autor

Edward McKendree Bounds nació en el condado de Shelby, Misuri, el 15 de agosto de 1835 y murió el 24 de agosto de 1913 en Washington, Georgia. Fue admitido en la abogacía en 1854, a la edad de diecinueve años, pero abandonó la profesión cinco años más tarde, cuando respondió a la llamada de Dios al ministerio. A partir de 1863, en plena Guerra Civil, se convirtió en capellán del 5º Regimiento de Misuri de la Confederación.

Bounds se casó con la Srta. Emmie Barnett de Eufaula, Alabama, en 1876. De esta unión nacieron dos hijas, Celeste y Corneille, y un hijo, Edward, que murió a la edad de seis años. Su esposa Emmie murió en 1886, y más tarde Bounds se casó con la Srta. Hattie Barnett, prima de Emmie. Juntos tuvieron seis hijos: Samuel, Charles, Osborne, Elizabeth, Mary y Emmie. Sin embargo, Charles murió al año de edad, por lo que al final la familia estuvo formada por siete hijos.

Después de servir en varias iglesias importantes de San Luis y otros lugares del sur, Bounds fue editor del St. Louis Christian Advocate durante ocho años y, más tarde, editor asociado de The Nashville Christian Advocate durante cuatro años. La prueba de su fe llegó mientras estaba en Nashville, y se retiró tranquilamente a su casa sin siquiera pedir una pensión. Su principal trabajo en Washington, Georgia (su hogar), consistía en levantarse a las cuatro de la mañana y orar hasta las siete. Cumplió algunos compromisos como evangelista durante los dieciocho años de su trabajo vitalicio en Washington, Georgia.