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A partir de la Guerra de los Treinta Años, todos los gobiernos consideraron conveniente acreditar y formalizar la prestación periférica de servicios de alimentación y lavandería que las mujeres habían prestado siempre a las tropas.
Poco a poco se fueron configurando las figuras de la «Vivandiera», encargada de complementar la ración básica de alimentos, y la «Lavandaia», encargada de higienizar la ropa. Funcionarios asalariados, estaban sin embargo militarizados, es decir, sujetos a las normas de disciplina militar.
No podían ser obligados a combatir, pero sí armados para defenderse. En cambio, estaban obligados por reglamento a recoger, rescatar y atender a los heridos y a participar en la extinción de incendios.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)